martes, 19 de marzo de 2013

Día de salud: día del padre

Temo las celebraciones en las que se supone que tengo que hacerte un regalo, eso incluye: cumpleaños, navidades y, como es el caso, días del padre. Confío en que tú me perdonas los santos. Temo estas fechas porque año tras año he ido gastando los pocos artículos que podrían gustarte y en mi lista de obsequios pendientes hay un vacío que ni con antelación he sabido rellenar. Igualmente debes admitir que no me lo pones muy fácil, pues no usas corbatas, y tengo una hermana con la que competir en colonias, bolsas de tenis y camisas de marca. Últimamente, ya lo sabes, me había dado por regalarte libros, pero sospecho que no se han abierto demasiado y hasta pudiera ser que alguno empezara a amarillear.

Por eso se me ocurrió el otro día, a última hora, justo cuando se me acababan los temas para los artículos que escribo en los variados medios de comunicación, que quizás tenías de todo, menos un artículo dedicado a ti y publicado en internet. Claro que vas a tener que compartir este privilegio con los muchos otros padres que se sientan identificados con estas palabras, sobretodo porque todavía no soy tan famosa como para hacer de mi tribuna literaria un espacio exclusivo para mis memorias personales.

Además, voy a tener que disimular el artículo con alguna referencia interesante y conveniente, y hasta relacionar este original desvarío literario con mi función de bloguera especializada en temas de salud consciente. En cualquier caso, escribo en una plataforma de televisión digital de emprendeduría, lo que me permite mencionarte legítimamente y hasta me atrevería a decir que forzosamente, pues tú eres uno de los mayores emprendedores que conozco, capacitado para dar charlas y talleres sobre la importancia de la valentía, la audacia, la inteligencia, la motivación y la pasión necesarias para el éxito de cualquier proyecto. Es verdad que tu labor de maestro en las asignaturas de sacrificio y empeño debieran compensarse con la de alumno en las de descanso y paciencia, pero aún así la balanza sigue saliendo a tu favor.

Cabe añadir que yo no estaría escribiendo todo esto si no fuera porque un día de hace ya veinte años me prometiste que iríamos juntos a la librería y me comprarías todos los libros que yo escogiera. La elección que hice entonces todavía me sorprende: dos diccionarios y dos libros de poemas. Más tarde descubrí que mi afición por la escritura estaba tan bien vista por ti, que hasta podía pretender recitar un poema en medio de un partido de fútbol televisado, sabiendo que tú bajarías el volumen y me escucharías. Creo que nunca probé este poder en un Madrid-Barça, pero déjame pensar que hasta incluso en tal ocasión hubiera captado tu atención. Tampoco estaría escribiendo todo esto bajo este título rimbombante que me define como “Coach nutricional y naturópata humanista” si no fuera porque siempre me has apoyado en todas las decisiones que he tomado, incluso cuando éstas implicaban alejarme miles de kilómetros para vivir en un campo de refugiados.

Filosofías y terapias varias hablan de la importancia del agradecimiento como un factor imprescindible para la atracción de todo aquello que deseamos. Dar las gracias es una muy buena manera de mostrarle al mundo que somos dignos de lo que nos regala, por eso este escrito también es una terapia que me permite saldar mínimamente la deuda que he contraído con el universo y contigo; por eso este artículo que protagonizas es también una manera de hablar de salud sutilmente: las relaciones familiares también pueden ser literalmente enfermizas o portentosamente sanadoras. Yo espero que acabada esta entrada de blog me haya curado de la miopía y del astigmatismo. Pero aunque siguiera necesitando lentillas después del punto y final, no consideraría que esta dosis de escrituraterapia hubiera sido en balde, al menos me habrá servido de regalo para el Día del Padre.



Article publicat a la plataforma de televisió digital d'emprenedoria Reinventtv  

miércoles, 13 de marzo de 2013

Coaches tristes

Existen coaches tristes y aunque no queda bien divulgarlo, precisamente porque yo soy una de ellas, mi faceta de escritora me impide callármelo. Ya saben que somos todas unas exhibicionistas, no porque nos guste simplemente airear nuestras penas y alegrías, sino porque escribir es la manera más efectiva que hemos encontrado de consolarnos, pero también de transformarnos. Al menos este es mi caso.

Existen coaches tristes que además se dedican a la nutrición y algún día devoran trozos de chocolate a escondidas. Existen, me justifico yo, porque también somos humanas. Ya lo expresa muy bien el dicho de forma menos dramática: “En casa del herrero cuchara de palo”. Pues lo confieso: he tenido antojos de galletas y de donetes. Y no, no estoy embarazada, aunque a mis transgresiones alimentarias se sume un sopor pegajoso que me pone a dormir más horas seguidas de las que confesaría en público.

Yo también soy de las que entre frase y frase suelta perlas como “Si puedes soñarlo, puedes hacerlo”, “Si nunca lo intentas, nunca lo conseguirás” o la gandhiana “Si todos hiciéramos lo que podemos hacer, el mundo cambiaría”. No piensen que no me las creo, pues hasta baso mi vida en tales ideas y la filosofía que redunda detrás de ellas me parece mucho más sana que la de “el mundo es duro” y “ya te darás cuenta de que la gente es ingrata”. Aún así, a veces yo también me enfermo, no de gripe, más bien de virus mentales que se inoculan a través de algunos canales que hacen que mis pensamientos se enturbien y lo vea todo negro. Quizás me acuerdo tanto de África que pretenda mimetizarme con sus habitantes de algún modo: si no por el color de la piel, por el del tul que cubre mis neuronas. Sí, puede que lo único que me esté pasando es que Terrassa no es Buduburam y que mis maletas hace tiempo que no se usan.

Existen coaches tristes y escritoras que renacen gracias a la melancolía. Será porque estos días estoy escuchando demasiado country y folk entre Ben Harper y Norah Jones. Será porque últimamente necesito excusas para llenar hojas en blanco y mi costumbre literaria siempre ha sido escribir sólo cuando la nostalgia se apodera de mis manos.



lunes, 4 de marzo de 2013

La (r)evolución de la salud

“No comiences una dieta que acabará algún día, empieza un estilo de vida que dure para siempre.” Ésta es precisamente una de aquellas frases que resume la filosofía con la que trabajo y que deberé memorizar para cuando la gente me pregunte qué diferencia exactamente al coach nutricional del dietista convencional. Claro que hay muchas otras diferencias que me alejan del nutricionista que cuenta calorías, mide IMCs y recomienda carne y lácteos para la salud y la larga vida. Igualmente, es cierto que si no mencionara que en mis consultas quien más trabaja es el (im)paciente, que hablamos de nutrir el cuerpo físico, pero también el emocional y el mental, y que receto hablarle a la comida y escribirle cartas de despedida a los michelines y a las cartucheras, hasta podría parecer que soy una terapeuta normal, pero yo siempre me acuerdo de la frase de Krishnamurti que dice “No es signo de buena salud el estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma” y es por eso que me esfuerzo en salirme por la tangente.

Soy de las que piensa que cuando la norma proviene de un mal líder, es mejor desobedecer y el sentido común me hace sospechar que el paradigma de salud actual - aunque quizás debiera decir “de enfermedad” - no invita al proselitismo a menos, claro está, que te guste ir de víctima por la vida y entiendas que el cada vez mayor número de enfermedades con nombres impronunciables añade valor a tu personalidad. Hay quien se identifica de tal modo con sus trastornos que los usa para diferenciarse del resto, y en sus citas ya no presume de sus logros personales o profesionales sino de sus heridas de guerra.

Tenemos mucho trabajo por delante ahora que comprendemos que el protagonista de nuestra salud debe ser cada uno de nosotros, y que los grandes especialistas sanitarios más que bastones para los momentos en qué cojeamos, deben ser trampolines que nos impulsen y nos permitan coger la batuta de nuestra vida. La revolución de la salud está a la par con la reinvención del ser humano: uno que no sólo encuentre tiempo para entrenarse en pistas de pádel o de atletismo, sino que también lo disponga para ejercitar su alma; uno que no sólo encuentre tiempo para formarse en inglés y patchwork, sino que también lo disponga para aprender a cuidarse. No en vano, las palabras curar y cuidar se asemejan tanto: cuídate para no tener que curarte cuando ya sea demasiado tarde. 

Invierte tus energías en el vehículo que se te ha prestado: no sólo deberás hacer menos paradas de urgencias en boxes sino que también servirás mejor a tu propósito de vida. Esta crisis está concibiendo un nuevo mundo que en cualquier momento dará a luz, pero para que el parto y la crianza sean favorables necesitamos personas en plenas facultades. Ya no más “tu salud es cosa tuya”, ya no más “me da igual si te matas, es tu vida”, estamos todos tan interconectados que si realmente quieres ser responsable y tener un papel activo en esta nueva sociedad, prepárate: se buscan seres humanos sanos.

Article publicat a la plataforma de televisió digital d'emprenedoria Reinventtv