Qué lástima, toda la experiencia de mi infancia a la basura. Yo que he sido experta en el cuidado de muñecas y en la cocción de verduritas de plástico, yo que he sido la mejor construyendo cabañas hogareñas que hasta tenían cortinas, yo que he sabido jugar como nadie a lo que juegan las niñas y me imaginaba compartiendo con mis hijas toda la destreza que llevo acumulada en los pasatiemos femeninos y ahora va a resultar que puede que los dos moninos que llevo en el vientre sean niños. Ahora mismo sólo se me ocurre que los niños que no son niñas juegan a destrozar sus juguetes y a chutar pelotas. Quizás podría convencerlos para que se estuvieran quietecitos resolviendo puzzles o coloreando cuadernos de coches, trenes, aviones y bicicletas. ¿O sería muy cruel comprarles una muñeca? Se me acumulan los problemas, por suerte los tengo identificados, se llaman prejuicios de género.