Sin tu mano no hay poesía.
Como si mis versos
surgieran cuando exprimes
mis pezones entre tus dedos.
Como si la poesía fuera el zumo
que rezuma de mi pecho
y al amamantar a nuestro hijo,
que por cierto aún no ha nacido,
le nutriéramos con poesía líquida,
le engordáramos con palabras largas
como espiritualidad o rinoceronte.
Como si la poesía requiriera
de tu rodilla para existir
y sin tu hombro yo no pudiera decir:
hay camiones en la frontera
con corazones de contrabando.
Sin tu espalda no hay poesía,
como si tu columna fuera el eje
desde donde rotan las rimas.
La poesía existe
gracias a tu cuerpo,
y si algún día te mueres,
desaparecerán todos mis poemas,
se borrará la tinta de mis libros,
como si las palabras pudieran morirse
porque tu ya no vivieras.
Como si mis versos
surgieran cuando exprimes
mis pezones entre tus dedos.
Como si la poesía fuera el zumo
que rezuma de mi pecho
y al amamantar a nuestro hijo,
que por cierto aún no ha nacido,
le nutriéramos con poesía líquida,
le engordáramos con palabras largas
como espiritualidad o rinoceronte.
Como si la poesía requiriera
de tu rodilla para existir
y sin tu hombro yo no pudiera decir:
hay camiones en la frontera
con corazones de contrabando.
Sin tu espalda no hay poesía,
como si tu columna fuera el eje
desde donde rotan las rimas.
La poesía existe
gracias a tu cuerpo,
y si algún día te mueres,
desaparecerán todos mis poemas,
se borrará la tinta de mis libros,
como si las palabras pudieran morirse
porque tu ya no vivieras.
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