Uno puede tardar mucho en encontrar una razón para ser feliz,
tanto, que se la pase la vida.
Después de malgastados muchos años de la mía comprendí
que lo más sensato es ser feliz sin razón alguna.
Siempre habrá algún pasillo que barrer,
cristales que limpiar o ropa que tender.
Seguirán existiendo países a los que no has viajado,
gente famosa a la que no has conocido,
montañas que no has escalado.
Nadie te promete que no llueva el día que no llevas paraguas,
que no se caduquen los frutos secos que guardaste
para ese antojo repentino,
nadie te asegura que no vayas a dejarte la cartera
en algún bar de carretera
o que te llamen de aquella empresa
para la que parecías tan buen candidato.
Nunca encontrarás el número de teléfono
del primer amigo que tuviste
en aquel barrio de extrarradio,
nunca conseguirás distinguir
una rana de un sapo.
Seguramente el banco suba los intereses
y se moje por descuido tu diario.
Estadísticamente seguirán existiendo muchas razones
por las que beberse una garrafa de lejía,
de amoniaco para los más osados.
Puede que tú seas uno de esos tipos con tanta suerte
que tiene razones para reír,
puede que consideres que todo el mundo
es capaz de llenar una hoja de libreta de bolsillo
con razones para existir, puede que sí.
De todas formas, mi experiencia me ha enseñado
que pasado el tiempo se borra la tinta de cualquier cuaderno
y que el más afortunado es sin duda
aquél que no necesita ninguna razón para vivir.
tanto, que se la pase la vida.
Después de malgastados muchos años de la mía comprendí
que lo más sensato es ser feliz sin razón alguna.
Siempre habrá algún pasillo que barrer,
cristales que limpiar o ropa que tender.
Seguirán existiendo países a los que no has viajado,
gente famosa a la que no has conocido,
montañas que no has escalado.
Nadie te promete que no llueva el día que no llevas paraguas,
que no se caduquen los frutos secos que guardaste
para ese antojo repentino,
nadie te asegura que no vayas a dejarte la cartera
en algún bar de carretera
o que te llamen de aquella empresa
para la que parecías tan buen candidato.
Nunca encontrarás el número de teléfono
del primer amigo que tuviste
en aquel barrio de extrarradio,
nunca conseguirás distinguir
una rana de un sapo.
Seguramente el banco suba los intereses
y se moje por descuido tu diario.
Estadísticamente seguirán existiendo muchas razones
por las que beberse una garrafa de lejía,
de amoniaco para los más osados.
Puede que tú seas uno de esos tipos con tanta suerte
que tiene razones para reír,
puede que consideres que todo el mundo
es capaz de llenar una hoja de libreta de bolsillo
con razones para existir, puede que sí.
De todas formas, mi experiencia me ha enseñado
que pasado el tiempo se borra la tinta de cualquier cuaderno
y que el más afortunado es sin duda
aquél que no necesita ninguna razón para vivir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario