viernes, 27 de diciembre de 2013

Escribir bonito

Julia escribía bonito. Esa es la conclusión a la que llegaban todos los lectores, daba igual si escribía sobre política, pintura o jardinería, el regusto después del punto final era siempre el mismo, como si hubieran leído una poesía larga, de las que se entienden, de las que usan metáforas sencillas, de las que utilizan palabras que suenan bien y nunca palabras bruscas, aunque tengan que hablar de penes o de la pus de una herida de guerra. De las que tampoco no abusan de las translocaciones adjetivales ni acaban siempre las rimas con las mismas sílabas, que no tienen ningún mérito porque sólo hace falta conjugar en el mismo tiempo, pongamos un pretérito imperfecto, un verbo de igual vocal temática. Julia escribía tan bonito que fue Miss Literata en el 96, y si en el 98 quedó Segunda Dama de Honor sólo fue porque un error de imprenta substituyó la palabra zapato por la palabra zapatilla, ella que ya en aquel tiempo nunca usaba un calzado que llevara cordones, acentuó su manía: desde entonces sólo se puso stilettos de charol.