¿Juegas a la dieta rusa? No te arriesgues, que la bala, aunque lenta, llega y mata. Claro que aunque no lo hicieras, te ibas a morir igual, pero un poco más sabio y quizás un poco más viejo. Ya me gustaría decir que no, que una buena alimentación te hace inmortal y si entras al cementerio sólo es porque aterrizó encima de ti una maceta de geranios frondosos, grandes y rojos como los de los Patios de Córdoba, pero seamos francos: la dieta sólo evita que te mueras si lo que te pasa es que tienes hambre de meses, como la de los niños de Gambia a los que visité en junio, muchos de los cuales probablemente sigan vivos hoy, 1 de agosto, después de haber recibido quilos y quilos de papillas.
Pero aún así, no juegues a la dieta rusa: no cargues tu cocina de consejos dietéticos que te pueden explotar en la cara o, con suerte, pasar desapercibidos para tu cuerpo, que orinará el exceso de vitaminas y minerales y se acostumbrará al gusto de batidos con sabor a chocolate del malo y a la monotonía de las dietas milagro, por cierto, que por el efecto que hacen creo que antes que el colectivo sanitario, deberían quejarse los eclesiásticos, a no ser que su silencio está confirmando que los milagros de Jesús y de los santos eran de la misma categoría y hasta producían efecto rebote...
Suelo tocar hueso cuando hablo sobre este tema, lo admito, y los únicos atentos a escucharme son los que vienen ya escarmentados de terapias con nombre propio - lo último en publicidad es que uno mismo se convierta en marca - que prometían adelgazarles o curarles y que, oh sorpresa, no lo han hecho. Yo no me conformo, pienso que todo el mundo merece una dieta mejor, no sólo los desafortunados que han tenido que aprender a la fuerza lo que es una caloría, cómo se cocina la quinoa y qué pautas hay que seguir para elaborar un menú equilibrado.
Si tú también eres uno de esos delgados como yo, o si eres uno de esos con estómago de hierro, o incluso si eres de los que creen que abrir latas es cocinar y piensas que la comida sólo sirve para tener una excusa para sentarte y mirar la tele, o con suerte relacionarte con tu familia, revélate, ¡tú también tienes derecho a saber alimentarte!
¿Imaginan que no supieran leer o sumar? Qué triste destino le espera a un pueblo iletrado y qué bien que en este país ya casi todo el mundo sepa quien fue Borges o quien es Richard Dawkins y Juan Luís Arsuaga y sepan por qué el trueno suena antes que el relámpago. Ahora solo falta que nos alfabeticemos en cuanto a la alimentación y sepamos cual es el porcentaje diario de proteínas necesario, qué es un alimento funcional o si los transgénicos son peligrosos. De nuevo es cierto que pueden seguir comiendo sin pensar, pero entonces habrán desperdiciado uno de los medios más útiles y elementales de conquistar su libertad, su bienestar y de poner en práctica su compasión, por supuesto una manera de ejercer esto último es haciéndose vegetariano, la otra es la que propone Oscar Wilde: según él “Después de una buena cena se puede perdonar a cualquiera, incluso a los parientes”.
Pero aún así, no juegues a la dieta rusa: no cargues tu cocina de consejos dietéticos que te pueden explotar en la cara o, con suerte, pasar desapercibidos para tu cuerpo, que orinará el exceso de vitaminas y minerales y se acostumbrará al gusto de batidos con sabor a chocolate del malo y a la monotonía de las dietas milagro, por cierto, que por el efecto que hacen creo que antes que el colectivo sanitario, deberían quejarse los eclesiásticos, a no ser que su silencio está confirmando que los milagros de Jesús y de los santos eran de la misma categoría y hasta producían efecto rebote...
Suelo tocar hueso cuando hablo sobre este tema, lo admito, y los únicos atentos a escucharme son los que vienen ya escarmentados de terapias con nombre propio - lo último en publicidad es que uno mismo se convierta en marca - que prometían adelgazarles o curarles y que, oh sorpresa, no lo han hecho. Yo no me conformo, pienso que todo el mundo merece una dieta mejor, no sólo los desafortunados que han tenido que aprender a la fuerza lo que es una caloría, cómo se cocina la quinoa y qué pautas hay que seguir para elaborar un menú equilibrado.
Si tú también eres uno de esos delgados como yo, o si eres uno de esos con estómago de hierro, o incluso si eres de los que creen que abrir latas es cocinar y piensas que la comida sólo sirve para tener una excusa para sentarte y mirar la tele, o con suerte relacionarte con tu familia, revélate, ¡tú también tienes derecho a saber alimentarte!
¿Imaginan que no supieran leer o sumar? Qué triste destino le espera a un pueblo iletrado y qué bien que en este país ya casi todo el mundo sepa quien fue Borges o quien es Richard Dawkins y Juan Luís Arsuaga y sepan por qué el trueno suena antes que el relámpago. Ahora solo falta que nos alfabeticemos en cuanto a la alimentación y sepamos cual es el porcentaje diario de proteínas necesario, qué es un alimento funcional o si los transgénicos son peligrosos. De nuevo es cierto que pueden seguir comiendo sin pensar, pero entonces habrán desperdiciado uno de los medios más útiles y elementales de conquistar su libertad, su bienestar y de poner en práctica su compasión, por supuesto una manera de ejercer esto último es haciéndose vegetariano, la otra es la que propone Oscar Wilde: según él “Después de una buena cena se puede perdonar a cualquiera, incluso a los parientes”.
Artículo publicado en el Diari de Terrassa el 1 de agosto de 2014