martes, 20 de enero de 2015

Los transbordos son psicotécnicos

Me encantan los trenes. Odio las estaciones. Disfruto los viajes largos en los que no hay transbordos. Puedo estar tres horas en un vagón, sentadita, calladita, mirando por la ventana, sabiendo que estoy en el lugar adecuado y no temiendo haberme equivocado cogiendo el tren en el sentido contrario. 

Detesto los viajes cortos con paradas recurrentes, en las que al abandonar los raíles hay escaleras mecánicas, túneles y paredes con baldosas que parecen de baño, llenas de graffittis, carteles por todos lados en los que pone lo mismo pero al revés y yo desorientada ya no sé si vengo del o voy al Tibidabo. 

Me angustia verme perdida, rodeada de gente que sí sabe a dónde va y que debe pensar que soy una pueblerina, y por no atreverme a preguntar asumo subirme al tren sin estar segura, porque ha venido uno y está delante de mi y tengo que decidirme rápido, se me acelera el corazón, las alarmas que indican que las puertas se cierran están a punto de sonar, subo por si acaso: me reventaría pensar que dejo pasar el tren apropiado, eso me haría sentir mucho más tonta que coger uno incorrecto. Dentro voy pendiente en todo momento de las lucecitas rojas intermitentes que marcan las próximas paradas, incrédula hasta no ver la mía y finalmente fascinada de haber sido capaz de salir del laberinto del inframundo urbano. En la calle, luz. 

viernes, 16 de enero de 2015

Convencidos pero equivocados

Esta semana me tocó ser un poco mala. Tuve que compartir un video de Mauricio Schwarz y quien lo conoce sabe que es tan inteligente como descarado. A mi su exasperación me parece graciosa, tiene un punto de monologuista que no le resta autoridad porque son sus argumentos los que, nunca peor dicho siendo él ateo, van a misa. En cualquier caso, compartí su video porque lo encontré la mejor explicación a otro video viral: el de un señor mayor que raspaba unas manzanas y se preguntaba en un tono sospechosamente confirmatorio si las empresas o el gobierno nos estaba dando a comer veneno. Si ustedes también han visto el video y se asustaron, no teman: no estamos ante la manzana de Blancanieves sino, como mucho, ante la de Eva, que es tóxica porque transmite ignorancia. 

El problema, en mi caso, surge cuando otra parte de mis contactos son vegetarianos que se sienten más inclinados a creer al señor que raspa manzanas porque critica la industria alimentaria y, de paso, le da un aire de luchador antisistema que le convierte en amigo de su causa porque es enemigo de algunos otros antagonistas comunes. Siendo yo también vegetariana me apena tener que llevarles la contraria, pero es que decidir no comer animales y apostar por una alimentación sostenible a nivel mediambiental y más justa a nivel social no anula mi capacidad de reflexión ni me convierte en una persona sin criterio en el mundo nutricional. Eso mismo debe pensar el  autor de la página “Veganismo escéptico” en la que difunde la importancia de la divulgación del pensamiento científico, también o sobretodo, entre la comunidad vegana. Y es que los vegetarianos y veganos deben estar más alerta que los omnívoros en lo que se refiere a la adopción de otras cuestiones por filiación animalista, mediambiental, ética o crítica con el paradigma imperante porque de otro modo pueden acabar pervirtiendo su más que bien razonada pauta dietética con ideas que los hacen igual de imprudentes que los que comen carne. Al fin y al cabo si de lo que se trata es de decidir bien, tan malo es ser vegetariano y tragarse las mentiras de las conspiraciones como ser un omnívoro convencido de que estamos obligados a comer animales.

Pero el vídeo de la manzana no habría ganado tantos simpatizantes si no fuera porque se puede estar muy convencido de algo pero tremendamente equivocado, como apunta el psicólogo social Thomas Gilovich. El famoso test de reflexión cognitiva da cuenta de ello. Respondan sin dar muchos rodeos: 1. Un bolígrafo y un bloc cuestan 1,10 euros en total. El bolígrafo cuesta un euro más que el bloc. ¿Cuánto cuesta el bloc? 2. Si cinco máquinas tardan cinco minutos en hacer cinco aparatos, ¿cuánto tiempo tardarían cien máquinas en hacer cien aparatos? 3. En un lago hay un rodal de nenúfares. Cada día, el tamaño del rodal se dobla. Si el rodal tarda cuarenta y ocho días en cubrir todo el lago, ¿cuánto tardaría en cubrir la mitad? Las respuestas aquí la próxima semana o en mi blog esta misma tarde.

Artículo publicado en el Diari de Terrassa el 16 de enero de 2015

Respuestas al TRC: 
1) 0,05 €
2) 5 minutos
3) 47 días


viernes, 9 de enero de 2015

Cuando el crimen es creer

Doce muertes para vengar la caricatura del profeta de una religión pacífica, según dicen aquellos que creen en la existencia de un islam moderado. No todos los musulmanes son asesinos, declaran en defensa de la libertad religiosa los cristianos que recuerdan avergonzados la Inquisición o las Cruzadas, los judíos descendientes de los que ordenaron la crucifixión de Jesús o los hindúes y hasta budistas que también cargan con un pasado violento. Según ellos, no es justo condenar un credo por unos pocos terroristas que lo instrumentalizan para sus propios fines, más relacionados con la vida terrenal que con la espiritual. Pocos se atreven ya a llamarlos lo que son, fundamentalistas musulmanes que como la misma palabra indica, siguen estrictamente lo que dice el Corán, integristas que defienden la observancia de su libro sagrado en su pureza más rigurosa. De nuevo los creyentes que se sienten amenazados alegan que las escrituras se malinterpretan, aunque a mi me cuesta aceptar que se pueda malentender la literalidad de algunos pasajes del Corán que animan a una Guerra Santa, amparada por la ley islámica, donde se llama a masacrar a los infieles porque la muerte de éstos es menos grave que la oposición a sus creencias (Corán 2:191). Ciertamente la Biblia no está libre de pecado, nunca mejor dicho, y aunque suene a blasfemia, hay pasajes dignos del diario de un psicópata.

Maquillamos la realidad porque la corrección política nos impide reconocer que, en el fondo, estamos acusando a unos hombres que han cometido un único crimen: creer ciegamente en su Dios. Estamos condenando su devoción al tiempo que se convierten en mártires dentro de su comunidad que los ven como los cristianos ven a un Abraham parricida frustrado (Génesis 22:11) o a un David asesino de filisteos y mutilador de sus prepucios (Samuel 18:25-27). Los ven quizás como miembros importantes que siguen la historia de su religión de una manera que ellos no se atreverían a materializar - cuántos musulmanes matarían con sus propias manos - pero que de algún modo acepta que los ofensores de Mahoma merecen un castigo. De no ser así, no se estarían tomando su religión en serio, al fin y al cabo serían como los llamados cristianos que no saben cuáles son los diez mandamientos - el primero de los cuales, también es “peligroso”, no en vano exhorta a amar a Dios sobre todas las cosas, aunque ya me imagino que muchos dirán que “cosas” no incluye a las “personas”.

Por eso pienso que lo mejor que nos puede pasar es vivir en un mundo de descreídos que se bautizan y comulgan como rito de paso pero que no darían su vida  o quitarían la de otros por defender sus dogmas. Todavía mejor si viviéramos en un mundo de escépticos y agnósticos que usaran su cabeza para pensar y razonar con criterio y no para sostener cualquier fe. Por mucho menos cualquier otra institución no religiosa hoy estaría prohibida por violar los derechos humanos, aunque algunos de los prosélitos fueran hombres y mujeres correctos, se asumiría el riesgo de que en sus estatutos se hiciera apología de la brutalidad contra el otro - pues la religión como sistema de valores sólo es válida dentro de su seno. ¿De verdad hay que hacer excepciones con las religiones solo porque son parte de nuestra cultura? Yo de ser creyente temblaría sabiendo que este argumento ya está casi muerto en los debates sobre la tauromaquia...

Artículo publicado en el Diari de Terrassa el 9 de enero de 2015