viernes, 20 de marzo de 2015

A punto de ser una estrella enana

La semana pasada el mundo virtual se hizo más vivo que el de carne y hueso y casi me rapta y me convierte en un emoticono que vive entre Twitter y Facebook. Tantos mensajes me llegaron por esos canales que tuve que darle la razón a mi marido, él que siempre me dice que soy una ingenua. Desde luego yo no pensaba que el anterior artículo publicado en este diario se haría viral por un motivo que todavía me sorprende, pues resulta que es un notición que alguien como yo, que no soy política ni famosa, diga públicamente que ha cambiado de opinión. Es de ser valiente, me dicen, y mientras algunos me encumbraron tan alto que tuve vértigo - sigo sin saber corresponder un cumplido sin parecer altiva o, al contrario, falsamente modesta -, otros especularon con la historia e hicieron bromas con las que yo también me reí, como que había dejado el mundo alternativo porque “había pillado a mi ex practicando sexo tántrico”, que por supuesto “las explicaciones de que todos somos uno no me valieron” y que, obviamente, “se me cayó el alma al suelo”. Admito que no fue fácil lidiar con la popularidad, primero porque no era buscada, yo que si un día quiero verme en los programas de televisión es presentando una novela o haciendo divulgación científica, no precisamente explicando que un día fui la inconsciente que si no llegó a creer en los fantasmas o en la inteligencia del péndulo para escoger flores fue porque nunca se me dio bien ver en la oscuridad, ni dejar la mano tan quieta que el cristal de cuarzo no pareciera más dubitativo que el arquetipo de Scleranthus según Edward Bach. 

Pero, en realidad, esto no se trata de mi ni este artículo pretende ser una segunda parte autobiográfica del anterior, porque me temo que la curiosidad morbosa que pueda tener mi experiencia está acaparando una cuestión mucho más importante, la de que las creencias pueden conducir la vida de una persona a priori inofensivamente, rezando un poco y en voz baja antes de un examen o una entrevista de trabajo, hasta estrellarla porque pisa a fondo el acelerador de la fe, según el cual no hacen falta evidencias para apoyar una postura, ya sea la de la existencia de dios, la de la utilidad del tapping o la de la homeopatía. Mientras uno no extirpe de su mente el pensamiento mágico ¿quién le asegura que se mantenga en los límites de lo trascendente - quietecito y calladito, sólo susurrando cuando el miedo a la muerte acecha - y que no coloniza nuestras decisiones cotidianas y opciones sanitarias? Hay que pensar bien y, aceptémoslo, no todas las posturas son válidas, aunque haya quien pretenda seguir en su trinchera alegando que, al fin y al cabo, la aprehensión correcta de la realidad es inalcanzable y que la disciplina epistemológica tiene sus claroscuros. Desde luego yo no pretendo estar en posesión de la verdad, pero mucho menos toleraré que pretenda estarlo quien elude cualquier revisión crítica de sus ideas.

Artículo publicado en el Diari de Terrassa el 20 de marzo de 2015

1 comentario:

  1. Aqui en México ya hay una pequeñisima parte de la sociedad que le llama "Pensamiento Mágico Pendejo". Pero de 1000 tal vez seamos solo 5.(en una escala). Pero no hay problem.. :-D

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