Raif Badawi no es Charlie Hebdo. O sí, depende de si las portadas de los diarios y los lectores tienen interés en conocer otras víctimas de los creyentes, aunque éstas no sean europeas o americanas y aunque no tengan la tez blanca (o morena de esquiar y de tomar el sol en la playa) y sobretodo aunque Raif Badawi no haya sido asesinado por un grupo fundamentalista, sino condenado por apostasía a diez años de cárcel y a mil latigazos por un gobierno, el de Arabia Saudí. Podría ser peor incluso, pues Badawi se enfrenta ahora a la posibilidad de la pena de muerte y es que las autoridades musulmanas de la infame teocracia consideran que un adulto en su sano juicio no puede desafiar su credo. Ya me disculparán, pero a mi me parece precisamente lo contrario: que un adulto en su sano juicio no debería aceptar actos de fe.
Aquí en España la transgresión al dogma religioso tendrá repercusiones menos graves para la vida pero igual de bochornosas para la salud de nuestra educación. No en vano, las resoluciones 1849 y 1850 publicadas en el BOE del 24 de febrero de este año y mediante las cuales se explicita el currículo de religión católica de Educación Primaria y Secundaria y Bachillerato, respectivamente, afirman que el alumno que decida estudiar religión deberá “reconocer la incapacidad de la persona para alcanzar por sí mismo la felicidad” ¡Ay del niño que sea feliz sin necesidad de rezarle a dios por la noche! Además, sabremos que el alumno progresa adecuadamente cuando “reconoce con asombro y se esfuerza por comprender el origen divino del cosmos y distingue que no proviene del caos y del azar” y “valora y agradece que Dios le ha creado para ser feliz”. Así, a los preuniversitarios que aprueben religión se les facilita una salida laboral inigualable en tiempos de crisis: el sacerdocio o el convento, pues con tales criterios de evaluación es difícil que no suspendan todas las materias científico-técnicas. Eso, o el alumno se vuelve un experto esquizofrénico que al tiempo que defiende en los exámenes de una asignatura el diseño inteligente, en otros desarrolla la teoría de la evolución.
Aquí en España la transgresión al dogma religioso tendrá repercusiones menos graves para la vida pero igual de bochornosas para la salud de nuestra educación. No en vano, las resoluciones 1849 y 1850 publicadas en el BOE del 24 de febrero de este año y mediante las cuales se explicita el currículo de religión católica de Educación Primaria y Secundaria y Bachillerato, respectivamente, afirman que el alumno que decida estudiar religión deberá “reconocer la incapacidad de la persona para alcanzar por sí mismo la felicidad” ¡Ay del niño que sea feliz sin necesidad de rezarle a dios por la noche! Además, sabremos que el alumno progresa adecuadamente cuando “reconoce con asombro y se esfuerza por comprender el origen divino del cosmos y distingue que no proviene del caos y del azar” y “valora y agradece que Dios le ha creado para ser feliz”. Así, a los preuniversitarios que aprueben religión se les facilita una salida laboral inigualable en tiempos de crisis: el sacerdocio o el convento, pues con tales criterios de evaluación es difícil que no suspendan todas las materias científico-técnicas. Eso, o el alumno se vuelve un experto esquizofrénico que al tiempo que defiende en los exámenes de una asignatura el diseño inteligente, en otros desarrolla la teoría de la evolución.
Cuando la religión empieza a salir de las iglesias y los planes de estudios de nuestros colegios contemplan asignaturas opcionales que en vez de enseñar a pensar hacen todo lo contrario, adoctrinan y convierten en disciplina académica cuentos de hadas, quién garantiza que casos como el de Raif Badawi no se den aquí en el futuro. Yo, en nombre de la libertad religiosa y de la aconfesionalidad del estado - que no de su laicismo - voy a reclamar, como los musulmanes que ya tienen una - la 12886 publicada en el BOE del 11 de diciembre de 2014 -, una disposición para la enseñanza del Pastafarismo, una religión paródica que surgió el año 2005 en EEUU para denunciar la difusión del creacionismo en las escuelas. De tener que quedarme con alguna, no lo dudo, pues la creencia central dicta que el Monstruo del Espagueti Volador creó el universo después de emborracharse, lo que al menos explicaría las imperfecciones de un mundo que se supone obra de dios.
Artículo publicado en el Diari de Terrassa el 6 de marzo de 2015