viernes, 30 de octubre de 2015

El Parlament-ides de Catalunya

Hay corrupción política más allá de las tramas orquestadas para lucrar particulares o partidos. Eso pensé yo el lunes cuando abrí el diario y me encontré con que la flamante presidenta del Parlament declaró en su proclamación que ésta sería la última legislatura en que la institución sería regional, que cerrábamos la etapa autonómica porque vamos hacia la creación de un país libre, con ciudadanos libres. En ese momento yo sólo me sentí una ciudadana secuestrada, imagino que como la otra mitad de la población que el pasado 27 de septiembre, en unas elecciones que se hacían pasar por plebiscitarias cuando interesaba, votamos para que se escuchara nuestra opinión. Me siento estafada por estas mismas personas que, con ideas que respeto aunque no comparta, también vitorean la democracia. Me parece hipócrita que se diga que este Parlament “estará al servicio de toda la ciudadanía, hablemos lo que hablemos, vengamos de de donde vengamos, pensemos lo que pensemos y votemos lo que votemos”, y luego aclamen la república catalana. 

No todos los políticos me representan, quizás ninguno al cien por cien, pero desde luego me molesta que lo pretenda hacer quien no oculta que va a usar los datos, los votos y el dinero de los contribuyentes de forma tendenciosa a fin de conseguir sus objetivos. Eso sí, siempre tratando de convencernos de que el nuevo estado catalán será un modelo a seguir, que no excluya a nadie y que pueda enorgullecernos a todos. A mi modo de ver, empiezan mal. Si quieren incluirme, sedúzcanme con argumentos, llévenme a su territorio sin jugar sucio y querré quedarme y ayudarles porque yo también tengo ganas de vivir en un mundo mejor. Qué fácil les ha resultado decir que quieren escuchar la voluntad popular ahora que les parece que ya no les va a estorbar, no precisamente porque seamos pocos los que estemos en desacuerdo con sus ideas nacionalistas, sino porque ahora van a poner ustedes las normas, o a saltarse las leyes, según les convenga. 

¿Se imaginan un partido de fútbol en el que al iniciar el juego el árbitro ovacionara a uno de los equipos? Claro que eso quizás no afectara a la objetividad de su tarea pero, desde luego la duda asomaría, con razón, entre los jugadores y espectadores. Yo prefiero que el árbitro, como mucho, se limite a decir “que gane el mejor” y se guarde sus afinidades para cuando no esté trabajando. 

Hasta ahora sólo ustedes están consiguiendo que me sienta extranjera en mi país. Son ustedes los que me están echando de mi tierra, no la supuestamente enemiga España. Están ustedes obsesionados con darme una soberanía que yo no he pedido, mientras me quieren quitar otra que a mi no me molesta. Son ustedes los que están dañando la imagen que yo tenía de Cataluña, a la que siempre había considerado cosmopolita y moderna dentro del estado español; ahora se me aparece rancia y manipuladora. No les niego que Rajoy y sus declaraciones han hecho mucho por la campaña independentista, y eso no dice demasiado del mérito de la propia operación catalana por la autodeterminación, pero aún me apena más decir que ustedes también están consiguiendo crear muchos catalanes con más ganas de irse a vivir a Sevilla que nunca. Yo me quedo, pese a que me den miedo, porque sepan que hay violencia en su política, aunque no sea la de las armas.

Artículo publicado en el Diari de Terrassa el 30 de octubre de 2015