jueves, 18 de septiembre de 2014

Adiós Mesopotamia

No puedo olvidar la cara de James Foley mientras la viva imagen de la muerte a su lado, un miembro del ISIL, amenaza con más terror a los Estados Unidos, y es humano, me digo, que después de ver ese acto salvaje en nombre de una guerra santa - un oxímoron indecente - me asalten las ganas de venganza.

La editorial del Washington Post del 20 de agosto dice que “Harán falta más que palabras para detener la campaña de terror del Estado Islámico” y hoy yo quiero ofrecer mi piedra, aunque me pese aceptar que soy capaz de sentir esta rabia. Barack Obama lo pone en términos eufemísticos y habla del “ISIL como de un cáncer a extraer de Oriente Medio”, pero hay que darse prisa porque la metástasis se extiende, como pude comprobar después de ver el documental de Vice News titulado “Estado Islámico”, que les recomiendo encarecidamente. Podrán ver a niños adoctrinados en el odio irracional, niños que hablan sobre matar infieles, niños de ocho años que dan miedo, aunque se perciba en su cara que ellos están mucho más aterrorizados por los adultos que a su lado, les ayudan a acabar las frases. Hombres que les preguntan si querrán combatir en la yihad con una sonrisa obscena, igual que la del pedófilo.

Me pregunto si me estoy volviendo injusta o si mi disposición deontológica está mermada, porque siento que esta vez es lícito decir que en esta guerra hay un bando malo, no solo incomprendido, no solo penosamente desesperado. Se me ocurre que una solución es que los abandonemos a su suerte, que les dejemos construir su país a su modo aunque sea triste ver como las tierras del origen de la civilización se pudren por las bombas y las balas y los misiles que las penetran. Hasta estoy tentada de pensar que hay algún mensaje a descifrar en el hecho de que el Tigris y el Éufrates, los ríos del nacimiento de la agricultura, del comercio, de la escritura, de la moneda, de la rueda, del sistema sexagesimal y del primer código de leyes, estén bañando un Creciente Fértil de sangre y de crímenes. ¿Es éste también otro signo de que nuestro tiempo se acaba? No sería la primera vez que se da una coincidencia circular: se dice que Charles Darwin inició su aparición en la escena científica con las lombrices de tierra en una pequeña conferencia ante la Sociedad Geológica el 1837, y después de todo el revuelo de su teoría de la evolución de las especies, acabó su vida científica con otra publicación sobre las lombrices en 1881, un año antes de su muerte. Curiosa coincidencia ésta, triste la de la cuna y tumba de la civilización moderna.

En otro discurso Obama se consuela diciendo que “gente como esa (la del ISIL) acaban fracasando, fracasan porque el futuro es de aquellos que construyen y no destruyen” y yo quiero creérmelo y pensar que sí, que el mundo está hecho de James Foleys y de otros mártires involuntarios y anónimos, de otros héroes cotidianos silenciosos que no van a cubrir guerras con su cámara ni montan orfanatos en la India, pero que reciclan y van en bicicleta y hacen carantoñas a los niños que no conocen y remolcan con esfuerzo titánico la cadena que los une al resto de la humanidad que viola, mata, secuestra y expolia.

Artículo publicado en el Diari de Terrassa el 30 de agosto de 2014