Suele decirse que hay dos tipos de persona. Quizás exista una tercera indecisa, pero a grandes rasgos no creo que la clasificación dual sea improcedente. Veámoslo con ejemplos aplicados a las vacaciones, ahora que quizás algunos ya me estén leyendo despreocupados en una tumbona.
Existen los que planean sus vacaciones al detalle, consultan guías, foros en internet, llevan listas desde hace meses, tienen la maleta preparada desde hace semanas, entradas a museos ya reservadas y hasta tienen un plan B por si sus planes previos fallaran; al contrario, existen los que el día antes de la operación salida están decidiendo destino, que todavía no saben si necesitarán chanclas o botas de montaña, que a última hora le cargan a algún vecino o amigo indefenso la responsabilidad de ir a regar sus plantas y, por supuesto, que ni se fijan en que no han tirado la basura. Éstos últimos ejemplares se ganan el desprecio de los anteriores y viceversa, unos porque no entienden que ante la importancia de las vacaciones se deje todo al azar, los otros porque no comprenden que incluso en la época del descanso se deba vivir casi bajo un régimen militar.
No estrictamente relacionados con los casos anteriores, existen también otros dos tipos de persona: los que se quejan de que no tienen suficiente espacio en una maleta gigante para ellos solos y los que comparten una trolley de cabina con su pareja. Para los primeros todo es imprescindible y allí donde viajan no hay de nada, no hay secador de pelo, no hay tiendas para comprar recambios de pilas para la cámara y, según parece, van a ensuciarse mucho, motivo por el cual necesitan llevar vestidos que darían para cambiarse de ropa a cada hora. Eso o se inventan indumentarias para cada actividad: esta muda para cuando vaya a desayunar dentro del hotel, esta otra para cuando salgamos a dar un paseo después de ducharnos por la tarde, esta otra por si montamos a caballo, esta otra por si llueve un poco, esta por si llueve mucho… Su equipaje está lleno de posibilidades que contemplan desde invitaciones inesperadas para comidas con grandes dignatarios a hecatombes climáticas que incluyen meteoritos. Reconozco que los que van ligeros a veces también se pasan, he conocido a gente que comparte cepillo de dientes con su pareja para ahorrarse un hueco en el neceser. A mi, todo lo que no uso me molesta, así que racionalizo muy bien la maleta. Desde luego según mi madre y mi hermana yo soy de las que organizan sus vacaciones a última hora y llevan una maleta tan pequeña que parece, según ellas, que sólo vaya a viajar hasta la vuelta de la esquina.
Asimismo, existen otros dos tipos de persona: los que llevan al menos diez libros encima y sufren por si en medio de sus vacaciones en países extranjeros, con idiomas incomprensibles, se quedan sin lectura y los que directamente se van de vacaciones a lo bruto, sin miedo al peligro de no tener nada más que los diarios y las revistas que leer.
Todavía me dejo hablar de otros tipos de sujetos vacacionales: de los que se gastan una fortuna en el avión y en el hotel pero luego no se salen de un presupuesto ajustado que les impide comprarse un helado o dejar propina en un café, o de los que en vez de gafas de sol llevan el objetivo de la cámara pegado al ojo y sólo ven a través de las fotografías que hacen. Sea usted del tipo que sea, disfrute de las vacaciones.
Artículo publicado en el Diari de Terrassa el 31 de julio de 2015