Islamofobia, palabra que desde los atentados de París se oye en las tertulias televisivas tanto como la expresión terrorismo yihadista. Parece ser que no está bien criticar las ideas religiosas de la gente, aunque al mismo tiempo nos encante montar debates para criticar sus inclinaciones políticas. Al final va a resultar que las creencias son sagradas y tanto si te llevan a adorar a un dios que te obliga a amar o a matar en su nombre yo deba respetarlas. Siento disentir en esta ola de tolerancia espiritual que tiene a medio mundo ahogado, pero es que yo como muchos otros humanistas pienso que lo que se debe respetar, siempre y a pesar de todo, son las las personas, y que lo que se debe analizar, siempre y por encima de todo, son sus dogmas. No podemos priorizar los sentimientos de quien se siente atacado porque se rebaten sus creencias, no podemos ni debemos evitar la discusión abierta de todas las ideas sólo porque parece que hace peligrar la identidad de los afectados, y es que si renunciamos a eso nos condenamos como especie a un destino de irracionalidad plagado de muy buenas intenciones, eso sí.
Hablando se entiende la gente, claro que no siempre, ya hemos visto que hay quien parece entender sólo el diálogo de las armas. No en vano dice James Randi que “Aquellos que creen sin razón no pueden ser convencidos mediante ella”. Pero si nos callamos y damos por perdida una batalla sólo por el miedo a parecer intransigentes, ahora que está de moda confundir los inestimables derechos humanos con los derechos, ficticios y dañinos, que les hemos otorgado a las creencias, entonces desde luego podemos ir cavando nuestra tumba, porque tarde o temprano el monstruo del buenismo que estamos alimentando se va a volver en nuestra contra.
Hablando se entiende la gente, claro que no siempre, ya hemos visto que hay quien parece entender sólo el diálogo de las armas. No en vano dice James Randi que “Aquellos que creen sin razón no pueden ser convencidos mediante ella”. Pero si nos callamos y damos por perdida una batalla sólo por el miedo a parecer intransigentes, ahora que está de moda confundir los inestimables derechos humanos con los derechos, ficticios y dañinos, que les hemos otorgado a las creencias, entonces desde luego podemos ir cavando nuestra tumba, porque tarde o temprano el monstruo del buenismo que estamos alimentando se va a volver en nuestra contra.
Las creencias y las ideologías no tienen autoridad si no se basa en el uso de la lógica y de la razón. Sólo estás son respetables porque se ganan nuestra consideración de forma legítima. No hay certezas más allá del empleo del intelecto y de la verificación rigurosa de sus frutos con la realidad, no las hay aunque la fe nos ciegue y nos convenza de algo evitando analizarlo, porque al fin y al cabo la fe sólo es la negación de la reflexión.
Así que, es obvio que las acciones de Daesh, Al Qaeda o Boko Haram no nos deben llevar a la intolerancia hacia otros musulmanes. Tampoco todos los católicos fueron representados por la Santa Inquisición, una institución de la propia Iglesia Católica. Yo sufriría de Inquisicinofobia si viviera en el medievo y si los cristianos de entonces se quejaran por sentirse atacados ante mi postura, yo les aclararía que no tiene que ver con ellos personalmente, aunque me temo que ellos sí deberían ofenderse con su religión y pedirle la pertinente explicación. Si aún así no lo vieran claro, entonces les diría que más que Inquisicinófoba (o islamófoba) yo, como Dawkins soy “decapitofóbica, misoginofóbica, homofobofóbica, apostacidifóbica y clitoridectofóbica”. En cualquier caso, puede que me explique mal, pues las fobias son definidas como miedos irracionales y ya ven que el miedo a todo esto es más que razonable.