Puede que a un poeta
nunca se le acaben las palabras
pero lo cierto es que ellos también
han abierto un día la boca
sin encontrar nada que decir.
Puede que el último de sus poemas
todavía esté grabado en la corteza
de un fresno de parque urbano,
puede que el silencio de esos hombres rime,
y que sus páginas en blanco
no sean lo mismo que un fracaso.
Puede que un día encuentren absurdo que
ese sentimiento de vacío matutino
merezca un poema,
que ya no piensen que sus versos
puedan a desenmarañar
ningún corazón ensortijado.
No es de extrañar que se les haya
pasado por la cabeza
que la poesía no sirva para nada,
pero hay que disculpar
a todos esos poetas
que un día dejan de creer
en sus palabras:
hay quien les está induciendo a pensar
que escribir mata.
nunca se le acaben las palabras
pero lo cierto es que ellos también
han abierto un día la boca
sin encontrar nada que decir.
Puede que el último de sus poemas
todavía esté grabado en la corteza
de un fresno de parque urbano,
puede que el silencio de esos hombres rime,
y que sus páginas en blanco
no sean lo mismo que un fracaso.
Puede que un día encuentren absurdo que
ese sentimiento de vacío matutino
merezca un poema,
que ya no piensen que sus versos
puedan a desenmarañar
ningún corazón ensortijado.
No es de extrañar que se les haya
pasado por la cabeza
que la poesía no sirva para nada,
pero hay que disculpar
a todos esos poetas
que un día dejan de creer
en sus palabras:
hay quien les está induciendo a pensar
que escribir mata.