lunes, 7 de abril de 2014

Crónicas mágicas desde Terrassa III

La vecina del cuarto está valorando presentar una instancia, quiere que la biblioteca vuelva a estar en la calle Font Vella. No recuerda demasiado cómo era, aunque sí tiene presente el ambiente a humanismo del siglo pasado, las maderas oscuras y las lamparitas de la mesa larga tatuada con mensajes de adolescentes que apuraban las últimas horas antes de los exámenes.

A la vecina del cuarto no le gusta la Biblioteca Central, demasiada luz dice siempre. Va porque hay montones de libros y no está lejos de su casa, aunque aún así piensa que si estuviera más cerca, sobretodo más cerca que las librerías que la tientan, dejaría de ambicionar ser rica, ella que lo único que quiere es tener suficiente dinero para comprarse novelas, manuales, ensayos, enciclopedias, cómics de Tintín y cuentos de Rodari, además de tener una casa suficientemente grande para guardarlos. Su mayor deseo es poseer una biblioteca tan alta que sea preciso usar escaleras, igual que la de la Bella y la Bestia.

Quiere incluir en la propuesta que la contraten como asesora de lectura, un oficio que según ella formará parte de las nuevas profesiones emergentes. Si todo va bien, será empleada como funcionaria del estado y los terrasenses tendrán derecho a ser visitados mensualmente por ella, que atendiendo a la edad, género, profesión y número de DNI llevará una selección literaria en la cesta de la bicicleta. Más o menos como las señoras del Círculo de Lectores, pero al revés, porque además de que el servicio será gratuito, los usuarios se beneficiaran de reducciones porcentuales en sus impuestos según la cuota y la calidad de la lectura. Los aficionados a Kundera se verán exentos del pago del IBI durante un par de años. El catálogo literario incluirá a los escritores amateurs locales que pasarán a tener un sueldo, siempre y cuando demuestren que no saben dedicarse a otra cosa y hacerlo tan bien como contar historias. Es entonces cuando empieza a pensar si sería una buena candidata. Aunque sabe que escribe mejor que cocina, no está segura de si limpia mejor que escribe, ella que es tan quisquillosa con el polvo. Ah, pero ahora que la Agrupación Astronómica de Terrassa le ha explicado que todo cuanto existe es polvo de estrellas le da un poco de miedo usar el plumero: ¿podrán los astrónomos acusarla de destruir el universo?

La vecina del cuarto está tan emocionada por todo lo que se está imaginando que casi no se da cuenta de que son las ocho y tiene hambre, suerte que todavía le queda un poco del pastel que le dieron los gnomos de Vallparadís. ¡Y qué culpa tiene ella de no tocar con los pies en la tierra, si pesa tan poco que el viento de primavera la eleva!