El mundo se desmorona porque el futuro no llega. Sólo tengo que esperar una semana para salir de dudas. Entre las posibilidades cabe que esté muerta. Así de simple y de extraño. Como el gato de Schrödinger.
El mundo se cae a pedazos y entre los escombros estoy yo, si viva sólo con ganas de no estarlo porque ya nadie me intenta convencer de que hay esperanzas y todo sea una broma que alguien me gasta porque de pequeña robé una Biblia para niños.
Tengo que escribir más, así la locura no se queda en mi cabeza. Tengo que escribir millones de palabras que drenen el veneno de mi cerebro. Pero tu no las leas, no las leas, que se contagia y el antídoto está en el zapato de cristal de Cenicienta, con suerte quizás también en la casa del primer hermano de los tres cerditos, si todavía el aliento del lobo no lo ha pudrido todo.
El mundo se cae a pedazos y entre los escombros estoy yo, si viva sólo con ganas de no estarlo porque ya nadie me intenta convencer de que hay esperanzas y todo sea una broma que alguien me gasta porque de pequeña robé una Biblia para niños.
Tengo que escribir más, así la locura no se queda en mi cabeza. Tengo que escribir millones de palabras que drenen el veneno de mi cerebro. Pero tu no las leas, no las leas, que se contagia y el antídoto está en el zapato de cristal de Cenicienta, con suerte quizás también en la casa del primer hermano de los tres cerditos, si todavía el aliento del lobo no lo ha pudrido todo.