viernes, 19 de diciembre de 2014

Matriarcado navideño

Este artículo no es apto para menores. Es mejor que se enteren de que Santa Claus y los Tres Reyes Magos no existen porque algún otro niño se lo cuente a la hora de patio o porque algún descuido familiar delate que los regalos se compran en la juguetería. Yo no le guardo rencor a quien fuera que me desvelara la mentira, ya ni me acuerdo, y no creo que nadie haya desarrollado un trauma por ello, aunque si este artículo fuera leído por algún niño y se enterara del engaño, muy probablemente serían los padres los que se molestaran conmigo, así que insisto, no dejen esta página al alcance de sus hijos.

Yo lo que nunca me creí es lo del Tió. Podía llegar a asumir que seres humanos volaran encima de renos o cruzaran Oriente Medio en sus camellos pero que un tronco comiera naranjas y defecara muñecas me parecía muy raro. Eso mismo les debió parecer a unos amigos americanos cuando les tuve que explicar la tradición, más aún cuando el pobre trozo de árbol estreñido sólo evacua cuando se le pega con un palo.

Lo de Papa Noel me lo creí hasta quién sabe cuándo, mi madre quizás se acuerda, era ella quien me amenazaba con llamarlo si no me portaba bien. Mi madre que este domingo cumple años y ni aunque dijera cuántos la gente los adivinaría, porque siempre ha sido la guapa de la familia. Yo de pequeña ya estaba acostumbrada a que pensaran que era una hermana, lo que no es extraño, porque a mi siempre me hacen más vieja de lo debido. Creo que tendré que cambiar mi vestuario, según mi marido parezco salida del Renacimiento, y en eso también suele estar de acuerdo mi madre, ella que puede considerarse experta en moda visto su armario, que crece como una planta exuberante y ha llegado a invadir las habitaciones que mi hermana y yo ocupábamos en casa. Yo confieso que me sigue acompañando a comprar ropa y que más del 50% de lo que suelo llevar puesto ha sido o bien adquirido honradamente gracias a sus consejos o bien sustraído indecentemente de sus cajones. La mayoría de veces no me pide que se lo devuelva. Creo que ella ya compra sabiendo que perderá algunas piezas por el camino, igual que sabe cuando cocina que si pone un poco más se lo podrá llevar a su hija, que ha sido tan torpe como para tardar 30 años en apreciar sus fideos y su estofado de patatas. Y ya acabando este párrafo en honor a ella, que sepa que la echo de menos cuando miro los capítulos de CSI y también cuando ante el televisor se ríe como una niña de las bromas que a mi no me hacen gracia - no soporto a Mr. Bean - pero hace incuestionable lo afortunados que somos, mi hermana, nuestro padre y yo, de tener a alguien tan alegre a nuestro lado.

Navidad de nuevo. Me gusta aunque rememore imágenes tristes, como la del día que descubrí que mi abuela llevaba peluca porque tenía cáncer. Yo solía ir por la noche a su habitación, ese día en la televisión hacían “Marcelino Pan y Vino”. Entré sin llamar, ella estaba en la cama a oscuras, el reflejo de la pantalla brillaba en su cara y en su cabeza calvita, me asusté. Cerré la puerta y me fui a dormir y al día siguiente pensé que lo había soñado, pero meses más tarde supe que no fue así. Feliz navidad para ti también, yaya.

Publicado en el Diari de Terrassa el 19 de diciembre de 2014