viernes, 4 de diciembre de 2015

Bautismos prematuros y heréticos

Estaban a punto de poder quedarse embarazados, eso sí, pero la pasión que le ponían a la discusión sobre el nombre de la posible futura niña era demasiado precoz. Por suerte con el nombre de niño no tenían discrepancias, pero, ay, si tuvieran una hija… El posible futuro padre quiere ponerle el nombre de una ex novia y la posible futura madre dice que ni hablar, que como mucho le pondrán ese nombre a la cafetera americana que se quiere comprar esta semana. Él dice que ni lo sueñe, que el café americano está aguado y no sabe a nada. Ella insiste, venga va, si hasta se puede programar para que haga el café automáticamente y así la casa huela a casa de verdad por la mañana. Además, yo quiero una cafetera de esas de cristal como las de los dinner de las novelas de Paul Auster, prosigue tenaz. 

Y así siguieron un rato que acabó en consenso. La mujer aceptaba que su marido pudiera llamar a la pequeña como le diera la gana, siempre que lo hiciera en espacios cerrados que tuvieran el suelo de parqué. Por su parte, el hombre accedía a que la mujer llamara Minerva a la niña sólo porque quería ver la cara que ponía cuando la gente le preguntara el motivo de ese nombre de diosa romana (de la sabiduría, de las artes y de la guerra), siendo ella tan atea.