viernes, 4 de diciembre de 2015

Política sin miedo

A mi me aterra cuando la política se confunde con la religión. En campaña electoral vivimos en un Olimpo de dioses de dos colores, azul o rojo y punto. Los centristas sólo son falsos ateos que buscan votos de ambos lados, o eso dicen los que piensan que sólo se puede hacer política proponiendo ideas bañadas de filosofía. A mi que hay pocas etiquetas que me parezcan útiles -exceptuando la de los botes de cristal de mi cocina que contienen productos a granel que guardé hace tanto, que ya ni reconozco-, pienso que hay que trascender la política de las ideologías y construir una que simplemente atienda a dar soluciones a medida y no proyectadas en serie según se arrojen por la derecha o por la izquierda. Temo que importe más el color y el costado de las propuestas que su conveniencia. ¿Qué se puede esperar de un partido que se pone antes al servicio de su credo y reprime cualquier propuesta que no conjunte con el tinte de su traje?

Yo anhelo una política que piense y que sea independiente, ambidiestra si quieren, cuando haga falta, sin miedo a recorrer la paleta de colores con la que según los daltónicos se pinta el mundo. Para mi no es ningún insulto que un partido pacte o se acomode a distintas proposiciones, no según su provecho para mantenerse en el poder, sino según el beneficio que aporte a los ciudadanos. Me temo que entre muchos españoles hay un miedo atroz a revelarse de derechas, es casi sinónimo de ser facha y retrógrado y harán cualquier cosa para salvar las apariencias, incluso votar a partidos que están al otro lado del espectro, a pesar de que sus propuestas pudieran no ser mejores. Ahora bien, también la otra mitad de los españoles piensa que declararse de izquierdas es automáticamente confesarse pobre. A mi esta división me parece anacrónica. Yo quiero una política para todos y si lo que va a generar más puestos de trabajo, si lo que va a favorecer una mejor gestión del dinero público, si lo que va a facilitar nuestra relación con el medio ambiente es una propuesta que viene de un logo u otro, bienvenida sea, a mi no me asusta que me llamen chaquetera. 

Yo querría delegar mi voto a un partido que no me trate como a un niño pequeño al que se le explican las cosas de modo tan excesivamente simple que acaban por reducirse a menos de la mitad. Yo querría votar a un partido que no me mienta, que no me diga sólo lo que quiero oír, que me exija cumplir mis deberes como ciudadana, incluso que me implique en el buen gobierno del país. Quiero que cuenten conmigo. Detesto cuando los políticos usan falacias en sus intervenciones, me parece un insulto, como si pensaran que pueden engañarme con trucos de mago de fiesta de cumpleaños. No nos menosprecien, confíen en que queremos votar al mejor partido (candidato, equipo y programa incluido) -o al menos malo, según se mire-, yo, a cambio, me comprometo a tratarlos como seres humanos, sin pensar que son monstruos sedientos de poder para corromper. 

Artículo publicado en el Diari de Terrassa el 4 de diciembre de 2015