lunes, 12 de febrero de 2018

Botánica fantástica: Geranio (Pelargonium)

El Principito andaluz cuidaba geranios. Su asteroide era como un patio de Córdoba, colgaban macetas de toda superfície vertical libre y cuando florecían a la vez, el planeta parecía un arcoiris esférico. Tenía geranios de todos los colores: rojos, rosas, blancos, amarillos, naranjas, violetas, azules, verdes y todos los matices disponibles de los anteriores (rojo carmín, rojo burdeos, rosa palo, rosa fúcsia, amarillo azafrán, amarillo canario, naranja mandarina, naranja calabaza, violeta violín, violeta wisteria, azul zafiro, azul turquesa, verde musgo, verde lima, verde pistacho…).

Cómo había llegado a tener el Principito andaluz tal gama cromática entre los geranios era un misterio que ni él conocía. Sospechaba que tenía que ver con la hora en la que el Sol iluminaba el brote que surgía de la tierra por primera vez: los que surgían de noche eran azules o violetas, cuando el alba despuntaba, verdes y amarillos, hacia el mediodía naranjas y rojos y al atardecer rosas y blancos. El problema era que las observaciones del Principito andaluz no siempre confirmaban dicha hipótesis. Había geranios rojo amaranto germinados a medianoche y geranios azul celeste que brotaban a la hora del te con galletas de mantequilla. La clave estaba en los fósiles de estrella de mar incrustados en la parte septentrional del asteroide. Estos equinodermos marinos petrificados también emitian luz, de hecho propagaban resplandores similares a los que en la Tierra conocemos como auroras boreales. Cuando aparecían en el cielo, el Principito andaluz se emocionaba y decía: Ole, ole y ole.

Las estrellas de mar emitían fotones a todas horas y aunque las auroras boreales sólo eran visibles de noche, eran las culpables de que el Principito andaluz errara en sus cálculos. Si un tallo germinaba bajo el influjo de una aurora boreal especialmente intensa, el geranio se contaminaba de su luz, fueran las 12 del mediodía o las 7 de la tarde. El resultado siempre era impredecible porque el color era producto de un algoritmo que abarcaba elementos relativos a la luz solar, a la luz del equinodermo marino e incluso (aunque muy sutilmente) a las lámparas que el Principito andaluz tuviera encendidas entonces.

En el fondo tampoco era muy importante que el Principito andaluz supiera que las estrellas marinas daban luz como las estrellas celestes, porque él seguía cuidando sus geranios de igual modo, esto es: cantándoles La Macarena y Sevilla tiene un color especial mientras los regaba pacientemente cada mañana, y es que con tanta luz, hacía mucho calor y el sustrato de las macetas se secaba de un día para otro. De lo que no tenía que preocuparse el Princpito andaluz era de la mariposa africana, cuando alguna vez el bicho había advertido desde la Tierra un planetoide lleno de geranios, le habían dado ganas de salir volando hasta él, y en no pocas ocasiones lo intentaron algunos individuos que se quedaron sin aire a la altura de la estratosfera.

El Principito andaluz siempre ha sido extraterrestre, pero tiene genes gaditanos y cecea como los vecinos de Jerez de la Frontera. Cuando ve pasar naves espaciales cerca, las saluda con la mano y grita: ¡Adió, adió, tengan ustede buen viahe y no me tiren bazurah por el univerzo!