Hoy entre las iglesias de Sant Pere y el puente de acero que baja a Vallparadís he visto un gnomo. Iba solo y muy deprisa, me he acercado con sigilo para observarlo pero él me ha detectado y yo temerosa de que pensara que era un trol - hoy voy más despeinada de lo normal - me he parado en seco. Él en cambio se ha girado y me ha mirado, en concreto el tobillo, porque era tan bajito que hasta yo soy más alta por muchos centímetros. Como parecía curioso, me he agachado y a duras penas he distinguido lo que me decía, aunque según él me ha contado después, estaba gritando tan fuerte como sus pulmones le permitían. Bien, el caso es que me ha dicho que ya era hora de que algún egarense le viera, a él o a cualquier gnomo de la colonia que vive bajo el castillo Cartoixa. Ya empezaban a pensar que los terrasenses somos ciegos y sordos, pues no se explicaban cómo después de tantos años en la ciudad, nadie les hubiera ido a saludar. Creo que también han llegado a pensar que a lo mejor sólo éramos unos maleducados, pero eso, para ser justos, no me lo ha dicho, creo que era tan benévolo que guardaba esa posibilidad como remota. La verdad es que el pobre tiene razón, les diré que he estado quince minutos conversando con él a plena luz del día y que los paseantes de perros, los jubilados distraídos y las mujeres que iban a buscar a sus niños al colegio ni nos han mirado. He estado a punto de decirles ¡Eh! ¿Pero es que no ven que aquí hay un gnomo? ¿No ven que este descubrimiento puede ser transcendental? ¡Quizás estemos a un paso de descubrir que en Terrassa también hay hadas, unicornios, ángeles, elfos y pegasos! Ah, pero me he callado. Saben que soy la loca de los cuentos.
Al cabo de un rato prudencial, le he pedido si podía ver su casa. No se crean que soy tan directa con las personas que acabo de conocer, pues sé que la gente sólo enseña su casa a cambio de que el otro le muestre la suya, normalmente con alguna excusa que esconde el puro voyerismo que lo motiva. Sí, no se asusten por la palabra, no en vano dice Francesco Alberoni que las revistas de decoración son como literatura erótica para las mujeres. Pero vuelvo a la historia: el gnomo ha aceptado encantado, parece que ellos no intentan disimular que les encanta enseñar lo felices que son (en un estudio posterior incluiré esta observación como hipótesis en torno la cual ellos no reconocen este acto de exhibición como una forma de vanagloriarse). De momento no revelaré la localización exacta de su casa por prudencia, sé que esta misma tarde habría una redada policial en los alrededores de Vallparadís y me temo que mi marido, por muy buen abogado que sea, no sabría como defender a un gnomo de los cargos de apropiación indebida de tierras o urbanización sin licencia en un parque infantil. Lo único que os puedo decir es que su casa es fantástica, encantadora, cálida, preciosa y que he cabido sin problemas aunque dentro todo fuera diminuto como en una casita de muñecas. He quedado con él que todos los miércoles por la tarde, lo visitaré a la hora del te. Su mujer es tan simpática que me ha regalado un trozo de pastel para el viaje de vuelta (creo que piensan que de Vallparadís a mi trabajo en el Passeig del Vapor Gran hay muchos días de trayecto...). Ah, se llaman David y Lisa.
Al cabo de un rato prudencial, le he pedido si podía ver su casa. No se crean que soy tan directa con las personas que acabo de conocer, pues sé que la gente sólo enseña su casa a cambio de que el otro le muestre la suya, normalmente con alguna excusa que esconde el puro voyerismo que lo motiva. Sí, no se asusten por la palabra, no en vano dice Francesco Alberoni que las revistas de decoración son como literatura erótica para las mujeres. Pero vuelvo a la historia: el gnomo ha aceptado encantado, parece que ellos no intentan disimular que les encanta enseñar lo felices que son (en un estudio posterior incluiré esta observación como hipótesis en torno la cual ellos no reconocen este acto de exhibición como una forma de vanagloriarse). De momento no revelaré la localización exacta de su casa por prudencia, sé que esta misma tarde habría una redada policial en los alrededores de Vallparadís y me temo que mi marido, por muy buen abogado que sea, no sabría como defender a un gnomo de los cargos de apropiación indebida de tierras o urbanización sin licencia en un parque infantil. Lo único que os puedo decir es que su casa es fantástica, encantadora, cálida, preciosa y que he cabido sin problemas aunque dentro todo fuera diminuto como en una casita de muñecas. He quedado con él que todos los miércoles por la tarde, lo visitaré a la hora del te. Su mujer es tan simpática que me ha regalado un trozo de pastel para el viaje de vuelta (creo que piensan que de Vallparadís a mi trabajo en el Passeig del Vapor Gran hay muchos días de trayecto...). Ah, se llaman David y Lisa.