Es probable que tus hijos tengan una esperanza de vida menor que la tuya, hasta de diez años menos, aunque con un poco de suerte, no los verás morir. Es duro pero quizás estés a tiempo de remediarlo y de una forma más simple de lo que parece, pues no se trata de que tu niño vaya acompañado de un guardaespaldas por si acaso lo matan, porque los asesinos de los que hablo son minúsculos y silenciosos, aunque todo depende del tamaño del michelín. Y es que, según los estándares de la OMS, más del 40% de los niños españoles tiene sobrepeso u obesidad y, ahora viene lo peor, la mayoría de las primeras causas de muerte en el mundo industrializado están directamente relacionadas con ello: enfermedades cardiovasculares, algunos cánceres y diabetes. Asusta, ¿verdad? Debería, porque además España va a la cabeza de Europa. Si no estamos poniendo Coca Cola u otros refrescos en los biberones de niños menores de un año es porque Brasil nos queda lejos, al menos geográficamente, allí el 56% de los bebés consumen sodas regularmente. A punto de llorar estuve cuando lo vi ayer en el documental “Más allá del peso”, que les recomiendo vean esta noche mismo, porque mañana estarán comprando fruta en vez de donuts o cruasanes, aunque estos ya se vendan tan baratos y nos acosen por todas las panaderías del centro - que mantienen su particular guerra de precios -, que caigamos nosotros también heridos por las balas de grasa y azúcar.
Pero no es justo responsabilizar a los padres de los quilos de sus niños, ¡tan hermosos! dice la cultura, ¡tan ricos! dice la sociedad, porque no es lo mismo ir con productos procesados al colegio, con sus envoltorios de colores y personajes famosos impresos en ellos, que ir con una fruta o un bocadillo envuelto en un feo papel de plata. Cuando a la salida del supermercado, un popular divulgador alimentario explicó a los padres que los Actimels y otras bebidas lácteas similares no ayudan al normal funcionamiento del sistema inmunitario por el conocido L-casei sino por la vitamina B6, y que ésta se encuentra 3 veces más en un sólo plátano, los padres respondieron que, aún así, no iban a ser sus hijos los que parecieran pobres. Mientras la regulación no sea más coherente con la epidemiología y existan locales de comida - me niego a llamarlos restaurantes - que parezcan parques de atracciones, y a los niños les protejamos de ellos mismos prohibiéndoles el acceso al tabaco y al alcohol, pero no a lo que verdaderamente les está matando - también psicológicamente mediante poca disciplina, baja resistencia a la frustración y una nefasta autoimagen -, entonces ciertamente los padres no podrán ganar la batalla y sus hijos seguirán al cuidado de niñeras graduadas en las mejores universidades de márqueting.
Dice Sabina que “para que sus allegados, condenados a un ingrato futuro, no sufran lo que ha sufrido, ha decidido no dejarles ni un duro”, puede seguir el ejemplo si quiere, pero déjeles un buen testamento en conocimientos y hábitos: que no se mueran si no es necesario.
Artículo publicado en el Diari de Terrassa el 20 de febrero de 2015