martes, 19 de febrero de 2013

La magia de la navidad

Después de más de quince años, esta Navidad voy a escribirle una carta a Sus Majestades los Reyes Magos. Antes que nada, les voy a pedir que cambien de medio de locomoción, sobretodo porque lo de que mis regalos lleguen gracias a la tracción animal es un poco incoherente con mis principios y, además, porque creo que viajar en camello no debe resultar muy eficiente, pues aunque no consuma gasolina - muy de agradecer en estos tiempos de crisis económicas y medioambientales -, estoy segura de que las bicicletas les resultarían mucho más cómodas. Apuesto a que deberé acompañar mi solicitud con argumentos que contradigan la tan extendida idea de que sólo son para el verano, pero eso es sólo porque Fernán Gómez nunca pensó en que se podía pedalear con chubasquero. Además, y por si la avanzada edad de Sus Majestades fuera un obstáculo, les invitaría a que conocieran el grupo local del BACC, que ofrece clases para los adultos que nunca aprendieron a ir en bicicleta. También para los que ya no recuerdan cómo se hace, porque eso de que montar en bicicleta es algo que no se olvida, ¡hay algunos despistados que lo desmienten!

En esta edad donde los deseos no pueden ser satisfechos en jugueterías, y en mi caso ya apenas en librerías o grandes almacenes - ¡Ni tan siquiera en la sección de cocina! -, no me va a quedar otro remedio que pedir lo que sé que resulta más difícil de encontrar, precisamente porque no se puede comprar. Lo más extraño va a ser descubrir que la mitad de la carta son demandas que para satisfacerse no dependen de terceros. Al final va a resultar que más que los padres, ¡los Reyes somos nosotros mismos! y que, incluso aunque no creamos en la magia de esta época, no vamos a tener otro remedio que concedernos todo aquello que ansiamos. Decía Sor Lucía Caram hace unos días en La Contra de La Vanguardia que “Dios no tiene manos, pero tiene nuestras manos” que es otra manera de decir que somos canales por los que se pueden hacer realidad los milagros.

Esta Navidad pide pero que tu súplica no impida que pases a la acción. No engroses tu también las listas de aquellos que esperan aprender a nadar por correspondencia. Precisamente, es muy probable que ése es el motivo de que en ocasiones desear solo no baste, pues así como cualquier derecho acarrea un deber, así también cualquier virtud, obsequio o don conlleva una responsabilidad: la de saber hacer uso de ella para el servicio de la humanidad. Por eso, sé cauto y antes de pedir, pregúntate si vas a ser un buen embajador de tus demandas y si tus ganas de recibir se compensarán con tus ganas de compartir.

Publicado en el Diari de Terrassa el 14 de diciembre de 2012