martes, 19 de febrero de 2013

La coherencia

“No hace falta ser un mártir para ser un héroe, ni ser un héroe para ser un hombre bueno”. Estos son los versos de mi último poema, todavía inacabado, porque no me resultó tan fácil definir el mínimo común de la bondad. Hay quien piensa que para ser bueno, sólo hace falta ser coherente con los valores que, íntimamente, todos y cada uno de nosotros defendemos. Esta línea de pensamiento me parece bastante asequible. Lo más triste es que nuestra esquizofrenia moral nos lleva a actuar, en muchas ocasiones, en contra de aquello que creemos. Por eso es tan urgente reflexionar sobre la relación entre lo que pensamos y hacemos, porque quizás descubramos que estamos boicoteando nuestros ideales y que mientras criticamos a los bancos siempre en pos de mayores beneficios, incluso a costa de los derechos humanos, también nosotros invertimos nuestro dinero en cuentas que nos dan un interés mayor, así sea mediante la financiación de guerras. Ya hace mucho tiempo que Arcadi Oliveres denuncia nuestra complicidad con el sistema y también que Joan Antoni Melé, subdirector de Triodos Bank, un banco ético (ya ven, no es un oxímoron) presenta una alternativa viable.

Otros temas tan importantes como la salud o la alimentación han sido delegados a expertos y profesionales o a madres y padres que nos han transmitido lo que heredaron de una forma casi inconsciente. Por eso mismo hemos acabado por pensar que la leche de vaca es imprescindible para el crecimiento de los niños, o que ante una amenaza de gripe A conviene ir a dejarse pinchar la vacuna de la que, afortunadamente, ya nos previno la sabia Teresa Forcades. Decía Umberto Eco en su libro “El nombre de la rosa” que el saber es casi un deber, y de hecho, el mismo Código Civil declara que el desconocimiento de las leyes no exime de su cumplimiento. Lo que viene a decir que no podemos evitar la responsabilidad sobre nuestros actos, responsabilidad que, como el aleteo de la mariposa, se deja ver en los más remotos lugares del planeta. 

La compra de un filete en el supermercado, por ejemplo, ha estado precedida de una serie de circunstancias que van desde el uso de hormonas y pesticidas a la utilización de grandes extensiones de cultivo de soja transgénica, pasando por la frustración de la soberanía alimentaria de países en desarrollo, la estabulación de millares de animales en condiciones deplorables o la participación en el incremento de gases de efecto invernadero En todo caso, es cierto que no hay que alarmarse ni atrincherarse en casa tratando de no ser una molestia para el planeta. Una de las excusas más usadas para la inacción es precisamente la del maniqueísmo, es decir, la de adoptar posturas extremas tipo “o todo o nada”. 

Cuando parece que no se puede elegir entre el bien y el mal, la gente suele refugiarse en la inercia del movimiento de la masa. Lo importante, entonces, es tener presente que siempre hay alternativas “menos malas”. Igualmente conviene recordar, porque somos muy olvidadizos respecto a todo lo que implica salir de nuestra zona de confort, que cualquier viaje, se inicia con un paso (eso sí, hacia la dirección correcta). Decía Ghandi que “la diferencia entre lo que hacemos y lo que podemos hacer, cambiaría el mundo”. ¿Lo probamos?

Publicado en el Diari de Terrassa el 12 de julio de 2012