1. Oler la piel de las patatas antes de lavarlas, tanto que casi sería más correcto decir que las esnifo.
2. Que el café con leche me dure toda la mañana. Llevarme la taza por toda la casa.
3. Viajar con muy poco equipaje, que casi todo lo necesario me quepa en una maleta de cabina que comparto con mi marido.
4. Las lámparas con pantalla de tela plisada que se encienden tirando de una cadenita, como la que tenía mi yaya Pepi.
5. Esperar los documentales de TV2 para empezar la siesta acunada por las sosegadas voces de los narradores.
6. La ópera italiana. Me sé muchas arias de memoria y canto papeles tanto de hombre como de mujer.
7. Ver correr a mis hijos por casa sólo vestidos con el pañal.
8. Mis piernas cuando estoy embarazada. Sólo entonces no se ven como dos palillitos y puedo usar unas sandalias Birkenstock sin que parezca que llevo zapatones de plataforma.
9. Los programas que repasan como era la televisión de mi infancia. Me recuerdan momentos casi olvidados, como las cenas en casa de mis abuelos mientras Carmen Sevilla daba el Telecupón. Ay, la ovejita.
10. Imaginarme dentro de unos cuantos años haciendo el Camino de Santiago con nuestros hijos.
11. El verso de Rafael Pérez Estrada: “Cree el ángel en su inocencia que hay hombres de la guarda.”
12. Mi marido y su capacidad para llevar a cabo ideas absurdas, como la de anotar todas las veces que se encuentra mis pinzas de las cejas por la casa para, alcanzadas las 100, tener vía libre para comprarse un Playmobil XXL.
13. La ropa de Meryl Streep interpretando a Karen Blixen en Memorias de África.
14. La atmósfera que crean las novelas en las que se invita a una taza de té a cualquier hora.
15. La Navidad, que en nuestra casa empieza en noviembre y acaba en febrero. Pienso en ella desde el verano.