Nieva o del cielo caen alas de ángel que se estrellan contra el suelo. Con ellas los niños forman bolas con sus manos patosas, y sin ningún miramiento, les hincan las uñas negras de roña. A punto de ser lanzadas contra otros chiflados, las alas ya sólo parecen albóndigas caseras de carne de oso polar putrefacta. Los niños aún más desquiciados hacen muñecos: los apéndices de los ángeles están rotos, aplastados y hundidos modelando todos los miembros del rollizo y gélido Frankenstein, que tiene alas de arcángel en la mejilla, de querubín en la nuca y de serafín en la tripa. No me extrañaría que algún ángel de la guarda hubiera perdido su ingravidez en esta tormenta de plumas y hasta puede que en estos momentos esté arrastrándose dolorido detrás del hombre a quien custodia y a quien no le deseo muchos peligros disponiendo desde ahora mismo de tal guardaespaldas mutilado.
Nieva o Dios ha enviado un ejército de ángeles bomba. Nieva o miles de Luciferes se han caído del firmamento. Nieva o hay una masacre celestial al borde de un cumulonimbo.
Me quito un copo del pelo. Mi iPhone dice que no está nevando. Voy corriendo a lavarme las manos.