1. Sentir que me he vuelto dura con los años.
2. Perder cosas. Sobre todo cuando mayormente las pierde mi marido.
3. Que los detergentes que anuncian que eliminan todas las manchas no sirvan para nuestra colada.
4. La expresión “sarna con gusto no pica”.
5. No saber qué responder cuando me preguntan a qué te dedicas, querer decir que soy escritora y no atreverme
6. Perder la paciencia con mis hijos, gritarles aquí no se grita, darle un manotazo al que ha pegado al otro. Sentirme fatal y pensar que todavía no me entienden cuando les pido perdón.
7. Las retransmisiones de futbol en la radio. Si además son en el coche me marean. Todavía recuerdo las náuseas mientras sonaba el Carrusel Deportivo cuando volvíamos los domingos por la tarde del camping. De esto hará más de veinte años.
8. Que la gente que me cae bien elogie al terapeuta pseudocientífico de turno.
9. Gastar dinero en ropa.
10. Organizar las vacaciones, aunque hago una excepción preparando cuidadosamente los libros que me acompañarán.
11. Que muchas de las canciones que más me gustan me pongan en un estado depresivo terrible. He tenido que dejar de escuchar a Ben Harper.
12. El olor de los vasos cuando los saco del lavavajillas: me huelen a huevo crudo.
13. Hablar por teléfono cuando no soy yo la que llama.
14. No ser constante con la aplicación de cremas exfoliantes e hidratantes.
15. Irme a dormir sin sueño para que no me cueste despertarme y que a la mañana siguiente constate que no ha servido de nada.