Si a punto de la extinción humana, en pleno colapso planetario, con lluvia ácida en el barreño del que bebo, un genio se me apareciera y me concediera un deseo, seguiría pidiéndole lo mismo que ahora, con dos niños que se pelean por tocar un carrusel de campanas musicales, a una agradable temperatura de verano, con agua potable en el grifo (hace ya más de un año que no compramos garrafas): por favor, por favor, yo quisiera poder escribir mientras leo.