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viernes, 19 de octubre de 2007

T de Tengo


No me cabe en una caja de cartón.
No me es posible envolverlo con un lazo,
ni enviártelo por correo,
ni dártelo entero el día de tu aniversario,
porque te regalo lo que soy,
que es todo lo que tengo,
porque te regalo este fuego interior
para cuando tengas frío en invierno,
esta verborrea de mujer insatisfecha,
esta mirada suplicante de un abrazo.
Temiendo que te disguste,
apenada porque no es posible la devolución
o un cambio por un vale de regalo,
pongo a tu disposición
esta oficina de reclamación
ubicada dentro de las orejas.
Pero dime lo que tengas que decir suave,
todavía soy termolábil,
audiolábil, tactolábil,
todavía puede herirme tu rechazo.
No puedo adornar tu salón,
no vas a poder presumir de mi precio
ante tus enemigos,
no sirvo como objeto de valor
apto para un intercambio,
lo que soy no es susceptible
de tasación en un banco.
Aún así, me ofrezco a ti,
quiero ser tu presente navideño,
dormir acurrucada bajo el abeto,
que me descubras con la ilusión infantil
de un niño de cinco años.
Te regalo lo que soy,
porque estoy tan pobre
o tan rica,
que es lo único que tengo.

S de Soroche


Para el mal de altura,
crece.
Crece hasta que alcances las cumbres,
hasta que no tengas que ascender la montaña,
sino descender hacia ella.
Para el mal de altura,
crece:
basta que tus brazos se estiren
para acariciar las nubes
con los dedos,
basta que se agrande la distancia
entre tu mirada y el suelo.
Para el soroche,
para el vértigo,
tírate del primer balcón que veas
y ensaya,
la caída no es tan mala.
Súbete a los hombros
de algún hombre bueno
y ensaya,
desde ahí se alcanza a ver el mar
en plena cordillera africana.
Lo más probable
es que el mal de altura
no llegue a las suelas de tus zapatos,
si me haces caso y creces.

martes, 2 de octubre de 2007

F de Frío

En el Corte Inglés no vendían,
fuí a la tienda de mi barrio
y me dijeron que eso ellos
no lo conocían,
en los catálogos publicitarios
nunca estaba de oferta,
desesperada ya,
al borde de una cianosis,
me puse a buscar por las calles,
en los puestos ambulantes,
una estufa para mi corazón.
Los tenderos del mercado
se empeñaron en venderme
jerseys de lana, de alpaca y de vicuña
perjurándome que con ellos
nunca más se congelaría en diástole
el latido de mi corazón.
Pero lo que yo quería
era una estufa, una chimenea,
un radiador siempre conectado.
El invierno del corazón
es el más crudo de los inviernos,
no hay mantas suficientes
en un hotel cinco estrellas,
no hay sopas demasiado calientes,
ni soles que derritan las estalactitas
que surgen a la sombra
del ventrículo izquierdo.
Por eso el día en que a punto estuve
de morirme sola y congelada
intentando hacer una brasa
con mi propia autocompasión,
decidí que más valía
empezar a despedirme
de todos aquellos que sepultada en hielo,
nunca más rozaría.
Así fue como en el abrazo con cada uno de ellos,
subió un grado el termostato de mi corazón,
así fue como descubrí
que la estufa de este órgano
no funciona con gasoil,
que cuando el alma tiene frío
sólo es útil el calor de un cuerpo humano,
que no hace falta que esté desnudo,
aunque sí
que tenga a flor de piel el corazón.

E de Enamorarse

Me he enamorado de unos cuantos hombres estos días,
y quizás eso no sería sorprendente
si no me hubiera enamorado también
de unas cuantas mujeres.
En realidad no es mi culpa que existan seres humanos
que inviten a la concupiscencia.
Yo no puedo defenderme
sin quedar herida de muerte
de los hombres que te acarician
mientras te hablan,
de las mujeres que te hacen sentir afortunada
porque convierten su feminidad en una fortaleza
y no en una debilidad,
porque te impulsan a parecerte a ellas,
a ondear la ternura como bandera.
Es difícil, créanme,
salvarse de los hombres que te embellecen
con su presencia
y me preocupo porque este amor que siento,
en esta gran família,
bien pudiera catalogarse de incesto.
Yo sólo puedo alegar a mi favor
que este libertinaje que me corrompe
es el efecto de que estos hombres
y estas mujeres
estén a punto de salir volando,
me dijeron una vez
que los ángeles carecían de sexo,
así que supongo que esa es la causa
de que me haya enamorado
de todos ellos.