jueves, 6 de septiembre de 2007

R de Religión


Porque no hay otra religión que el amor,
y yo soy creyente practicante.
Porque no hay oración más devota
que una mirada de ternura,
un abrazo entre desconocidos,
un beso volador.
Porque no hay mandamientos,
ni preceptos,
ni santos, ni testamentos.
En este evangelio de amor
sólo se predica acariciar al prójimo,
invertir tiempo, regalar espacio.
No hay más profetas que las madres,
avezadas promotoras,
hacedoras, inventoras
del amor desinteresado,
del afecto espontáneo,
del esfuerzo placentero.
En este credo de amor
el sacrificio no se apuntala con clavos,
no se crucifica con palos,
porque el genuino sacrificio
es la ofrenda de lo mejor de lo propio,
porque la real crucifixión
es la natural inmolación del ego.
Ya no hay ateos, ni escépticos,
ni agnósticos, ni descreídos,
ya todos se han convertido
porque en la religión del amor
el auténtico creyente
es el amante.

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