Continuación de Parece que va a llover
Bruno era un hombre guapo como los de las películas en blanco y negro, descartando las de Chaplin, claro. Para ser exactos, Bruno se parecía mucho al Paul Newman que hacía de Brick en La gata sobre el tejado de zinc, aunque tenía el pelo más largo y más gris, tipo Richard Gere en Nights in Rodanthe. Todas las mujeres lo adoraban. Notaban como a su lado embellecían incluso más que si llevaran el mejor modelo de Balenciaga. Las malas lenguas cuentan que a su alrededor siempre había mujeres haciéndose fotos que aprovechaban para cuando tenían que ir a renovarse el DNI.
La quiosquera lo esperaba cada día con el diario preparado, lo que quería decir que Bruno se llevaba un ejemplar más o menos agujereado según las noticias que Petra hubiera tenido que recortar. A Bruno sólo le interesaban las coníferas, las noticias en las que se mencionara la palabra “bienintencionado” o la expresión “sin lugar a dudas” y los textos con faltas de ortografía. En todo caso, Petra no cobraba 2€ de más por hacer esa ardua selección, sino tan sólo por retirar del diario aquellos artículos que empezaran con la letra D, titulares incluidos. Todas las mañanas, a las 9 en punto, Bruno aparecía por la esquina paseando a su perro Sherlock; al acercarse al quiosco el detective consultor abría la boca y atrapaba entre sus dientes el diario cercenado, que llevaba hasta casa sin contratiempos, excepto si encontraba por el camino una botella de plástico vacía, su perdición. Entonces Sherlock dejaba tirado el diario en cualquier parte y Bruno recogía el testigo, haciendo malabares con la correa, la barra de pan integral, el ramo de flores y los dos kilos de fruta.
Al llegar a casa, con el café recién hecho y Sherlock dormitando a sus pies, Bruno empezó la disección del diario. Tuvo mucha suerte, ese día había conseguido cinco noticias “bienintencionadas”, ocho “sin lugar a dudas” (sobre todo en la sección de política, en la que unos partidos atribuían a los otros todo tipo de vilezas sin titubeo), un artículo sobre la replantación de cipreses en el cementerio municipal y una crítica cinematográfica repleta de faltas de ortografía. Aunque la suerte la tuvo además porque el artículo más importante de todo el diario no había sido recortado, a pesar de que empezaba con la maldita cuarta letra del abecedario (se entenderá la aversión de Bruno por el grafema próximamente). El caso es que, de repente, tenía delante una foto de Julia, más morena que cuando se marchó hacía ya casi dos meses (según dejaba entrever el matiz gris más intenso del diario), sentada bajo un imponente árbol, con un titular en el que se leía: “Desaparecida una vecina de Terrassa en Ghana”.
Interpretación libre del ejercicio de escritura: Noticias frescas