viernes, 26 de enero de 2018

En su primera cita

En su primera cita ella sacó un libro de Oliverio Girondo en el primer piso de butacas del Liceo. Leyó algunos poemas antes de que empezara una ópera que ahora no recuerda en absoluto. Hablaron de El lado oscuro del corazón. Con el tiempo sabría que a él también le apasionaban los trenes eléctricos de juguete. Ella cenó un crepe que llevaba carpaccio de ternera. Nueve años más tarde sigue estando el crepaccio Rosso en el menú y cuando ella lo lee y lo descarta y busca una opción vegetariana, todavía se acuerda de cómo él le hablaba en aquella primera cena de su pintor preferido. ¿Puso una cara de asombro muy desorbitada cuando mencionó a Pollock? Tampoco se acuerda, aunque le gusta pensar que fue diplomática. Sin duda debió de serlo o él no la hubiera invitado de nuevo. Hoy una reproducción del número 8 de Pollock preside la entrada de su casa. Ella no sabe volar, pero a él le molesta más que no quiera bucear, aunque le asegure que con un neopreno seco no tendría ni pizca de frío.