Me ejercito con palabras menos complicadas: hipopótamo, maravilloso, planisferio, hojalata. Las digo mucho. Los que me conocen lo saben porque cuando me saludan y me preguntan qué tal estoy, les respondo muy bien, hojalata. Con el frutero, al que ya le tengo confianza, también practico: un quilo de manzanas fuji, planisferio, que hoy tiene muy caros los mangos. A mi marido lo llamo el maravilloso hipopótamo y así, en una solo enunciado bien cargado, me pongo a prueba.
A mis niños, que justo empiezan ahora a hablar, les estoy haciendo un curso acelarado para que de mayores ninguna palabra les quede grande. Ejercicios bucales por la mañana: comerse una clementina de un solo mordisco y ejercicios verbales por la tarde: recitación sin signos de puntuación de poemas de Gloria Fuertes. Soy muy intransigente con los fallos, no hay comas que valgan. Lo hago por su bien, para que cuando sean adultos nada les impida ser electroencefalografistas.