Empecé ayer de madrugada
escribiendo te quiero
con la tinta que brota
de las yemas de mis dedos.
Quise inventarme un cuento
sin moralejas,
explicarte una historia
salpicada por las olas y
teñida por el atardecer.
Quise describirte el cielo,
traerte un pedazo
del verde de la montaña,
contarte que la tristeza
se muere de pena
porque le disparo risas
con una pistola,
pero me quedé dormida
en el quinto verso
y no pude continuar.
Perdóname,
yo quería escribirte el poema
más hermoso del mundo.
Intenté seguir esta mañana,
enlazar mi inspiración nocturna
con mis ganas matutinas,
decirte algo que te hiciera sentir
que eres feliz,
crear alguna frase ingeniosa
que te hiciera reír,
pero me quedé deslumbrada
por el brillo lejano de una estrella enana,
me quedé fascinada
por el olor húmedo de las calles mojadas
y no pude seguir.
Perdóname,
yo tan sólo quería escribirte
el poema más hermoso del mundo.
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