domingo, 21 de octubre de 2007

I de Invento


Hemos inventado un amor
que se autoproclama
nuestro emperador,
ahora sólo somos los vasallos
que le proveen de besos,
que le proporcionan
gratuitamente los abrazos,
que le alimentan con nuestras
palabras de amantes ávidos,
con nuestras miradas
de amantes hambrientos.
Ya no tenemos potestad,
ya no es posible dominarlo,
estamos a expensas de sus antojos:
ya no somos libres de no querernos,
ya no somos libres para no amarnos.
Pero hay que ser justo
con este amo tiránico:
me han crecido las palabras,
soy más alta que antes de conocerte:
ahora llego a ver
las necesidades de la gente,
creo que mi voz huele a caramelo
y ya no me avergüenzo
de decir: mi amor, te quiero.
Eureka!
Patentemos este invento,
distribuyámoslo desinteresadamente,
que tengan un ejemplar
en todos los hogares,
que no haya nadie
sin un poco de amor
en la despensa.
Lo hemos hecho,
hemos inventado un amor
con vida propia,
lo hemos conseguido
hemos inventado un amor
casi divino.

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