jueves, 16 de febrero de 2012

Crónicas desde Ghana II

Semana del 21 al 27 de Enero de 2008
La belleza es un juego de contrastes. Así es aquí, en que los charcos mugrientos, porque ayer llovió, empapan las bolsas de plástico olvidadas, las sandalias descuidadas, siempre sólo una, como si la persona que olvida su calzado siguiera sin darse cuenta el camino con un solo zapato, como si de repente notara que le sobra esa chancla, que no es necesario caminar dando pasos y le bastara ir dando saltitos hasta su casa. Así esos charcos se combinan con un videoclub de películas nigerianas, todas con el mismo argumento: embrollos de familias ricas, hijos desheredados, malos que se distinguen a la legua, hechiceros que maldicen al tirano. 
La belleza es un niño sucio que se hurga la nariz mientras te saluda con la mano, es una anciana que carga en su cabeza diámetros descomunales de plátanos, la belleza es la abundancia de naranjas amontonadas en el suelo, es poder saborear una cuando estabas a punto de perder la última gota de agua de tu cuerpo. No es tan raro que los hombres vayan vestidos como raperos americanos, que hasta se enfunden un gorro de lana en la cabeza, sólo les falta la radio de medio metro a la espalda. No es tan raro que las mujeres piensen que se les ve atractivas con pelucas y extensiones más artificiales que el pelo de una muñeca de bazar chino, que aparezcan un día con el pelo liso pegado al cráneo y al siguiente con unas trenzas que podrían hacerle un lifting a cualquier mujer de ochenta años. 
Nunca nadie se imagina que en un campo de refugiados vayan a haber zapaterías con todos los modelos de zapatillas, aunque el local en cuestión sea una choza de lata con estanterías de madera apolillada, aunque no tengan más que un número de talla, como si la medida del pie fuera para todos estándar. Es más común aquí tener un móvil que una escoba, cada quinientos metros hay una mesita plegable, bajo una sombrilla publicitaria con la marca de la compañía de telefonía, allí puedes comprar saldo para tu teléfono prepago: se venden minutos a partir de menos de 10 centavos. 
Aquí no hay jardines estudiados con hileras de rosas blancas, con arbustos tallados a escuadra, no hay balcones con parterres de geranios, ni avenidas con palmeras en la mediana. Puede que el ojo europeo no pudiera ver más que miseria, puede que no considerara estética la decoración de las casas, yo no he dicho que la belleza aquí sea evidente o racional, hay que revisar ese concepto que dice que lo bonito es lo perfecto. 
Me empieza a parecer hermoso que las mujeres cocinen en la calle, que la gente se coma el fufu con las manos, que las cámaras web del internet café se sostengan sobre latas de refrescos caducados.  Esto es un campo de refugiados, también tiene su encanto, aunque lo de veras “sin fronteras” sea el desaliento de las personas por su situación actual, ya sea en África o en América, aunque la globalización sea que más hombres tengan necesidad de un pantalón de marca, que más hombres dejen de lado la belleza que tanto tiempo me ha costado a mí percibir, que tanto tiempo he tardado yo en disfrutar.