Hace días
que tengo una frase en la punta de los dedos. Ahora, justo al ponerme al
teclado, la he escrito como si sólo estuviera esperando el momento adecuado: “He
pasado demasiado tiempo creyendo que mi vida estaba en cualquier otra parte”.
Puede que nadie más haya tenido la sensación de que su vida se encuentre
siempre en otro sitio, como si nunca se encontrara en donde uno está. Puede que
sólo sea un defecto de poeta, que sólo yo tenga esa especial habilidad de
sentirme siempre fuera de lugar.
Vivir en África no me ha convertido en un “pez
en el agua”, no es que yo ahora piense que haya encontrado de veras mi hogar. Supongo
que vivir aquí me ha reencontrado con mi vida, y no porque estuviera escondida
al lado de algún tronco de banano, sino porque he comprendido que la vida no es
algo que ya esté hecho y que uno deba buscar. Ojalá pudiera explicar eso a
todas estas personas que piensan que la vida está en un país con máquinas de
refrescos en la calle, ojalá pudiera decirles que su vida no se ha ido “a
comprar tabaco”, que son sólo ellos los que han salido a fumar. Para muchos aquí
el campo de refugiados sólo ha sido un momento de transición, así ese momento
haya durado más de diez años. Es como si todo este tiempo sólo hubieran estado
esperando que todo volviera a su cauce, como si sólo hubieran envejecido
esperando volver a nacer.
Que yo no escriba la semana que viene sobre Buduburam
no va a hacer que este campo desaparezca de la faz de la tierra. Sólo en los
libros desaparecen los paisajes y los personajes cuando se deja de escribir,
como si ese mundo inventado dependiera de las palabras para sobrevivir. Pero el
suelo que yo estoy pisando ahora mismo existe, no ha sido producto de un libro
de miedo. De todas formas como en África todo está vivo, este campo de
refugiados también tiene sus días contados. Puede que en unos meses no queden más
que casas vacías, que sea la única persona viva en un pueblo fantasma.
Muchos
hay que ya se están yendo, como si sus raíces en Liberia les estuvieran
atrayendo para poder dar un fruto que alimente a su país. Todos, un día u otro,
tenemos que servir de alimento, pero no una vez muertos y bajo tierra. Si Jesús
se convirtió en un pedazo de pan ácimo no fue porque sus discípulos tuvieran
hambre, yo ni tan siquiera creo que la sangre de Cristo sepa a vino tinto. De
todos modos, la metáfora cristiana sirve para explicar que los hombres también
deberían dar un fruto que mate el gusanillo de la violencia, de la miseria, de
la injusticia y del desamor. Sé de alguien al que le gustaría transfigurarse en
mango, aunque yo si pudiera elegir me gustaría ser un trozo de pan con
chocolate, supongo que eso serviría para dulcificar el carácter de los más gruñones.
Por suerte ya hay mucha gente que sirve de banquete para los más hambrientos,
ya hay muchas personas que se dedican a ser como ese bizcocho de yogur que mi
abuela hacía, y del que no tengo la receta.
Los días que he vivido aquí no han sido más intensos por la amenaza imaginaria de que un león pudiera entrar en mi casa (hay quien piensa que África está infestada de leones, como también hay quien piensa que todos los blancos son ricos), la conciencia que he adquirido al ver las dos caras de la vida hace que pueda tomarme más en serio y más a risa las cosas que me pasan en el día a día. Hace tres meses que he convertido mis palabras en un megáfono para que las historias que aquí ocurren no se queden olvidadas en un documento de Word, hace trece artículos que hablo y que me escuchan, ojalá supiera decir algo más que: muchas gracias.
Los días que he vivido aquí no han sido más intensos por la amenaza imaginaria de que un león pudiera entrar en mi casa (hay quien piensa que África está infestada de leones, como también hay quien piensa que todos los blancos son ricos), la conciencia que he adquirido al ver las dos caras de la vida hace que pueda tomarme más en serio y más a risa las cosas que me pasan en el día a día. Hace tres meses que he convertido mis palabras en un megáfono para que las historias que aquí ocurren no se queden olvidadas en un documento de Word, hace trece artículos que hablo y que me escuchan, ojalá supiera decir algo más que: muchas gracias.