jueves, 16 de febrero de 2012

Crónicas desde Ghana VIII

Semana del 3 al 9 de marzo de 2008
Esto está lejos de cualquier sitio. Incluso de noche la luna se ve más pequeña, como si aquí estuviéramos lejos hasta del cielo. De todas formas hay algunas estrellas que bajan a alumbrar el camino del internet café hasta mi casa y entonces, entre los arbustos, docenas de luciérnagas se convierten en el único alumbrado “público” de la calle de tierra. 
Ya no se oye cantar al grillo que vivía en nuestro baño, y no es tan raro que tengamos huéspedes tan extraños, el otro día en la cocina encontré una rana que pensó que el barreño lleno de agua, por el grifo que gotea, era una charca en medio de una sabana. No era mi intención provocarle incontinencia urinaria por miedo, pero ni todo el jabón de lavar los platos me quitó la sensación de haber sido rociada con los fluidos vesicales de un anfibio.  De noche los perros quieren competir con los gritos de las iglesias con horario vespertino y entonces los ladridos también podrían pasar por plegarias. 
Hay un hombre que se empeña en rezar como si se peleara con alguien, y es difícil cerrar los ojos con esa voz demoníaca profiriendo jaculatorias. Orar en silencio es algo que aquí se ignora, como si Dios no fuera a oír sus rezos si no se invocaran a gritos. La religión no es cuestión de fe, para ellos Dios no es algo en lo que se pueda o no creer, Dios está tan vivo como Nietzsche cuando lo mató, Dios es tan evidente como el picante de su comida. Pero no todos los asuntos se resuelven añadiéndolos a la lista de pedidos al divino. 
Las manifestaciones que empezaron el miércoles por la tarde iban directamente dirigidas a las Naciones Unidas. La información que corre en boca de todo el mundo es que una gran suma de dinero ha sido donada a Ghana por parte de la ONU para que se utilice en la integración de los refugiados. Desgraciadamente, los refugiados no quieren integrarse en lo que consideran que sólo es un país de asilo transitorio, y piden que ese dinero se utilice para ayudarlos a repatriarlos a Liberia. 
Hace unos meses la repatriación voluntaria proporcionada por ACNUR ofrecía vuelos gratuitos a Liberia, posibilidad de llevar 50 kg de equipaje y cinco dólares para empezar de nuevo en un país en el que ya no les queda nada. Estos últimos meses, la cantidad asciende a cien dólares pero disminuyen el equipaje a 20 kg, por lo que los refugiados se quejan diciendo que eso es como recibir los mismos cinco dólares de antes, ya que al llegar a Liberia deberán comprar todo lo que no les cupo en la maleta (y eso incluye neveras, camas, tanques de agua, sillas, armarios, espejos y hasta cortinas). 
Ahora, en dichas manifestaciones piden que les proporcionen mil dólares por cada miembro de la familia (siendo considerados y pidiendo solamente 500 dólares por los bebés). Han calculado que, aún así, sobraría dinero de esa astronómica cantidad que Naciones Unidas donó a Ghana. Pero, ay, si realmente pudiera ponerse en marcha su propuesta, hasta los hombres querrían quedarse embarazados para recibir ayudas extras. Por cierto, que la manifestación sólo era convocada por y para las mujeres, puesto que ya otras veces los hombres se han manifestado provocando que el Ejército interviniera hasta con tanques, como si los antidisturbios los pudieran usar de arma contra los hombres con piedras o con pancartas. 
Doris está convencida que mil dólares por familiar es tan justo como injusto fue que le quemaran la casa donde vivía en Liberia. Tiene razón cuando dice que si quisiera volver a su país, no podría volver a su pueblo, donde no hay escuelas para sus hijos, ni suministro de agua, donde la carretera hasta Monrovia se mide en días y el pillaje y la delincuencia no tienen policía que los persiga. Ningún familiar, ningún amigo va a hacerse cargo de ella, de sus tres hijos y de sus dos nietos. Nadie a quien acudir en un país donde antes vendía pescado y vivía con el marido que la ha abandonado. Cuando la guerra es tan cruel que las peores víctimas no son los cadáveres, ninguna de las palabras de mis poemas sirve para consolar a las Doris del campo de refugiados.