jueves, 16 de febrero de 2012

Crónicas desde Ghana IV

Semana del 4 al 10 de Febrero de 2008
Todavía habrá quien no sabe que la Copa de África se está disputando en Ghana, pero para quien vive aquí es imposible no saberlo. El fútbol parece ser también el deporte nacional de este país y el absentismo en horario de partido llega a cotas de vértigo. El otro día, por ejemplo, el internet café abierto las 24 horas cerró para ir a vitorear a su equipo delante de algún televisor de veinte pulgadas. Las paradas habituales de yuca asada, pescado ahumado o plátano frito habían desaparecido del mapa. Afortunadamente no me quedé sin cenar porque el centro del campo, donde cada noche parece celebrarse una fiesta, estaba lleno de gente que a la par que miraba el partido, vendía los habituales comestibles. 
Que Ghana ganara 2 a 1 contra Nigeria no sólo se debe a la eficacia de sus jugadores y a la efectividad de su entrenador, algo tendrán también que ver los rituales con fuego alrededor de los cuáles bailaban algunos de los hinchas más participativos con su equipo que conozco. Hasta en los altavoces informativos, que empiezan a emitir anuncios de interés general  a las cinco de la mañana, proclaman la clasificación de los equipos y de los horarios de los partidos, como si el fútbol fuera un asunto primario que incumbiera a todos los refugiados. Hoy me preguntaron si sabía cómo iba la liga en España, pensé un momento en qué responder y después de decir que no lo sabía porque a mí no me gustaba el fútbol, temí que eso pareciera una ofensa patriótica a su pasión por el balón. Creo que la próxima vez voy a consultar por internet algún diario deportivo, sólo por estar preparada para cuando me vuelvan a interrogar con cariño, esa es su manera de demostrarme que conocen España. 
Aquí no saben nada del jamón, del queso manchego, del pan con tomate o de la tortilla de patatas, parece ser que aquí España es sólo el país del Real Madrid y del Barça. Hasta en la sala de espera de la clínica hay una televisión colgada en la que se reúnen forofos que clavan sus ojos a jugadores con camisetas del mismo color. Pero la gente no sólo ve partidos de fútbol en la televisión, los videoclips también son programas de máxima audiencia, el otro día, mientras hacía tiempo en la sala de espera de la clínica, me sorprendió una canción llamada “There’s no beer in heaven” (no hay cerveza en el cielo). Fue mi personal descubrimiento musical de la temporada, no creo que la canción del verano vaya a poder competir con tan original balada. 
La televisión aquí es un miembro más de la familia. Hace unos días fuimos a visitar a Ebenecer, médico y director del Hospital de Apam, una ciudad costera a 40 minutos del campo. Ebenecer vive en una casa dentro del complejo hospitalario. Nos había invitado porque, entre otras cosas, quería practicar su español, el que aprendió en Cuba cuando fue a estudiar medicina, y es que muchos ghaneses reciben becas para estudiar en tan lejana nación. Lo primero que hacen para complacer a su invitado es encender la televisión, que en este caso eran dos, una justo al lado de la otra, como si esa fuera la solución a las discusiones maritales por el mando a distancia: estar juntos, viendo película y partido por separado. Ebenecer encendió el televisor y nos dejó allí mientras él iba a ponerse una ropa más cómoda y su mujer cocinaba arroz con judías, ensalada y plátano. Cuando volvió, y después de una larga y atenta mirada a la pantalla del televisor empezó a charlar, pero un ghanés cuando empieza a hablar no se limita a explicar los acontecimientos relacionados con lo que quiere decir sino que se remonta hasta casi la mismísima creación del continente y a partir de ahí continúa, pasando por la historia de la ciudad, del hospital y de su vida para acabar diciéndote que a él le gusta mucho el fútbol y que tiene contratados canales de pago por los que ve en directo partidos en el Camp Nou. 
La interacción social aquí no puede ejemplificarse con la habitual invitación para tomar café, tampoco las comidas son excusa para la socialización, y supongo que es por eso que nosotros cenamos en la mesa mientras Ebenecer y su mujer lo hacían delante del televisor.